Mandatos por derribar

Florencia Freijo: “A las mujeres se nos pide que sigamos obsesivamente una carrera para ser aceptadas”

Publicado el 20.09.2023  - 16 minutos
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Fotos: Alberto Brescia

Por Patricia Mántaras de la Orden
@patimantaras

Florencia Freijo viene a sacar presión a las mujeres. Lo hace con sus tres libros (Solas, aun acompañadas; (Mal) educadas; Decididas), que espera que “contengan y abracen”, y con sus redes sociales (en Instagram la siguen casi 400.000 personas). Es argentina —oriunda de Mar del Plata—, licenciada en Ciencia Política, especializada en Perspectiva de Género y asesora legislativa para reducir la brecha de género en su país. Y es también, hay que decirlo, un poco psicóloga.

La divulgación que hace en sus redes sociales podría considerarse un servicio que tan pronto orienta en cómo se debería votar y lo que es la gobernabilidad democrática, como ahonda en formas de violencia de género, trastornos alimenticios y la división del trabajo doméstico entre hombres y mujeres. Prefiere los datos a las opiniones, aunque a veces ilustra el peso de las tradiciones y los mandatos con su propia historia.

Se declara cuidadosa con las definiciones de empoderamiento, amor propio y libertad cuando se ofrecen como “nuevos cócteles de la felicidad” —escribe en Decididas—, porque “las condiciones estructurales que sí deberían cambiar —cómo se reparte el poder, el liderazgo, el dinero, etc.— aún no se transforman”, y porque no todas las mujeres pueden “dar el portazo” y empezar de nuevo.

Freijo viene a sacar presión al poner sobre la mesa la desigualdad sexual que todavía rige entre hombres y mujeres y a decir que “no hay femmes fatales si en el fondo estamos sintiendo miedo”. Viene también a alertar sobre algunos temas no tan abordados, como la “violencia económica” y la “violencia patrimonial” que pueden sufrir las mujeres, muchas veces sin llegar a darse cuenta. Y viene a dejar en evidencia cómo las mujeres pueden cuidar mucho de su entorno, pero tal vez no tanto de sí mismas.

Sobre todos estos temas y la importancia de amar con condiciones conversó Freijo con Galería, previo a presentarse en Montevideo el miércoles 4 de octubre con una charla titulada justo así, en la que, entre otras cosas, explica por qué el amor no lo puede todo.

Ha dicho que la mujer CEO no tiene por qué asociarse con la imagen de mujer empoderada, que esas narrativas “afectan la autopercepción de lo que es ser exitosas” y llevan a más exigencias. ¿Cómo definiría el empoderamiento femenino?

Yo quiero una madre empoderada, quiero un ama de casa empoderada; el problema no está en una mujer que llega a ser CEO de Microsoft, el problema está en que seguimos poniendo la mirada de poder en algo a lo que no todas las mujeres llegamos. Ahí juegan dos cosas, juega el tema del género, pero también juega el tema de clase, porque los varones también tienen, y mucho más fuerte que las mujeres, el tema del exitismo y la productividad. Ahí hay algo de la masculinidad. Pero ¿qué es lo que pasa? Pasa que seguimos mirando el poder desde a donde los hombres tienen que llegar, por lo tanto la mujer con poder tiene que llegar a esos lugares. Entonces, si quiero criar a una niña empoderada, le doy juguetes de varón: mi hija es reinteligente, hace ingeniería; mi hija es una genia, juega a la pelota, tiene autos. Eso es una (futura) mujer inteligente. ¿Por qué un varón que juega con Barbies no es un varón inteligente? Porque se sigue ubicando lo femenino —entendido a nivel tradicional, porque tampoco es que una Barbie sea lo femenino— en un lugar más depreciado en cuanto a la intelectualidad. Lo femenino no pertenece al rango de lo intelectual. Por eso a las mujeres con autoridad que hablan de algo de lo que saben se les piden tantas pruebas, se levanta sospechas sobre ella, porque la mujer naturalmente no tiene capacidad y autoridad.

La charla que viene a presentar se llama Amar con condiciones, contraponiéndose al concepto clásico de que el amor debería ser incondicional.

Amar con condiciones es un encuentro en el que busco, a través de los datos y de la información, que entendamos que el ejercicio del amor hacia una pareja, hacia los hijos, hacia nosotras mismas, como el motor o el alimento, no tiene que ser incondicional. En general se nos enseñó que el buen amor es el amor incondicional, porque es el amor que ve más allá de uno mismo, y cualquier persona que ama no viendo más allá de sí mismo es un amor fallido, es un amor que hace daño. En el amor romántico esto es una constante. A las mujeres se nos enseña que amar es una emoción, y que como tal tiene que estar escindida de la razón. Yo creo que esa es la principal problemática que tenemos, y la mitología refuerza esto, me demuestra cómo esto fue realmente estructurado para un fin, que es construir vínculos funcionales de complementariedad. Pero en realidad ni son funcionales ni son complementarios, porque si uno de los dos lados hace más esfuerzo que el otro lado, no hay complementariedad, no hay equipo. Lo que hay es alguien que sostiene.

¿Por qué antes esto se soportaba? Porque del otro lado lo que se buscaba en esa complementariedad era la supervivencia, y en pos de la supervivencia cualquiera hace lo que sea abnegadamente. Las mujeres quedaban por fuera del sistema económico y legal; si no estaban dentro de una estructura amorosa, sexoafectiva formal, las mujeres quedaban por fuera del sistema de aceptación social. Eras madre soltera y ya quedabas por fuera. Cuando digo esto nos parece que pasó hace un montón, pero esto les pasó a nuestras madres, a nuestras abuelas, y les sigue pasando hoy a un montón de mujeres, no solo en el mundo que conocemos desde una mirada errada en Occidente como el mundo exótico o lejano, sino en nuestros mundos cercanos. Cuando yo tengo una mujer de la clase que sea que está bajo un sistema de pareja que no le suma, que la cansa, que la empobrece y que no se puede divorciar porque está en una situación de dependencia económica, legal, social, en realidad tengo el mismo esquema.

En Decididas habla de eso, de “violencia económica” y “violencia patrimonial”. ¿Cómo las diferencia?

Me gusta separar económico de patrimonial porque el patrimonio es lo que yo puedo ir consolidando a medida que mi economía funciona bien, y es clave diferenciarlo porque las mujeres olvidan la parte patrimonial. Piensan en la economía del presente, y si en la economía del presente no tengo conflictos, estoy bien. Pero si materno, quedo por fuera del sistema laboral; y si mientras estoy maternando no le pido a mi pareja una derivación en aportes jubilatorios, una derivación en un salario, porque estoy dentro de la casa trabajando y cuidando, hoy puede estar todo bien, pero en tres años me separé y ¿qué tengo? Tres años sin aportes, tres años que no me hice de un ahorro. Incluso esto se da en parejas donde no hay violencia económica. Hay un montón de parejas que yo conozco que él llega a la casa, pone el salario sobre la mesa y lo divide en partes iguales. Pero ninguno de los dos se da cuenta de que falta algo, se dan cuenta cuando se da el divorcio, cuando hay una separación o cuando el marido muere. No siempre es violencia económica o patrimonial, a veces es desigualdad económica.

En el libro (Mal) educadas habla de cómo una mala educación formó a la mujer para ser buena y así ser amada, y cuenta la experiencia de su abuela como ejemplo del estoicismo de esa generación. ¿Cree que fue necesario que nuestras abuelas pasaran por eso para llegar al lugar de lucha en que muchas mujeres están hoy?

No, no me parece justo. Me da pena que hayamos llegado a este lugar de lucha a través del sacrificio de ellas, no debería haber sido así. Bajo ningún concepto, nunca.

Estas relaciones de pareja que en realidad son de subordinación, relaciones de poder, ¿cómo se explica que se sigan dando en los casos en que no son vínculos violentos y hay aceptación de las dos partes?

La primera pregunta ahí es qué es el poder, qué es una persona con poder. Y ahí yo establezco tres ejes socialmente aceptados, pero hay muchos más: el acceso a la información y la educación, la capacidad económica y patrimonial, y la reputación social y las relaciones sociales (tener amigos, un lugar donde se te sostiene, que a veces es sencillamente el trabajo). El poder es la capacidad de decisión. Las personas que tienen más recursos simbólicos y económicos tienen mayor capacidad de decisión, y por ende mayor libertad. Si yo nazco en una determinada cultura, en un sistema de castas o en una religión que es muy opresiva, y me mantengo dentro de ese círculo endogámico sin acceso a la educación, mis decisiones van a estar en función de ese círculo endogámico. Si yo soy educada y tengo información, probablemente cuestione algunas cosas de ese círculo endogámico, y por ende mi universo de decisiones, de lo que quiero y de lo que dejo de querer, va a ser más amplio. Entonces, ¿qué se necesita para capitalizar esos recursos? Tiempo. ¿Y cómo es la distribución del tiempo entre hombres y mujeres? Absolutamente desigual. En esa distribución del tiempo, una de las cosas que me resulta más llamativa es que comienza a ser desigual desde que las mujeres son niñas, porque básicamente sus madres y padres dentro de la casa les piden que hagan cosas distintas que sus hermanos varones. Esa distribución del tiempo empieza a ser desigual básicamente porque a las mujeres se nos pide que sigamos obsesivamente una carrera para ser aceptadas, y para preservar nuestra vida de la inseguridad, lo que termina generando una carga mental en la que el tiempo para desarrollar las otras mengua. Si yo salgo a divertirme y tengo que estar pensando qué me voy a poner, el riesgo que corro y demás, todo eso está tan naturalizado que pasa desapercibido. Eso fue carga mental que sumaste. Es un miedo que sumaste, es una limitación que sumaste. Siempre me acuerdo cuando era nena que me habían invitado a un baile. Yo era muy chica, tenía ocho años; no iba habitualmente a bailar, pero era un baile para niños. Yo le pedí a mi mamá volver a mi casa a arreglarme, y cuando volví al baile habían pasado dos horas entre una cosa y otra y ya había terminado. Siempre me quedó la sensación de pérdida de la experiencia. Nunca lo linkeé con el mandato de belleza, pero efectivamente fue eso. La cantidad de cosas que nos perdemos. Yo dejé la natación, que era federada, porque me estaba creciendo la espalda. Entonces, el tiempo que le dedicamos a pensar para ser aceptadas, ese tiempo los varones no lo destinan a eso, no tienen esa carga. Así es muy difícil restablecer esa distribución del poder, esa distribución de recursos para tener mejor poder de decisión.

¿Por qué nos sentimos tan solas, aun estando acompañadas, como dice en su primer libro? ¿Por qué incluso mujeres en pareja, o con hijos, se sienten solas? ¿Dónde empieza el problema?

La maternidad se vive muy en soledad por tres cuestiones: primero, porque cuando te divorciás efectivamente quedás sola a cargo de los hijos; segundo, porque cuando estás embarazada por fuera de un contexto de pareja probablemente quedes a cargo sola de los hijos; pero tercero porque, estando en un contexto de pareja con todos los beneficios, la mirada social está sobre vos, la carga está sobre vos, con lo cual hay un sentimiento de soledad frente a esa presión que no se reparte en partes iguales.

Pero también hay que hablar de la soledad de las mujeres por fuera de la maternidad, que es esta cuestión de los cuidados entre hermanas y hermanos con padres adultos mayores; las mujeres quedan solas a cargo del cuidado de los demás y se da una mirada de que es lo que corresponde, que te hace sentir muy sola, porque ni siquiera podés decir que es injusto. Y después, la soledad del silencio de nuestras experiencias, porque en el caso de socializarlas y hablar, vas a ser juzgada. A una persona que sufre un acoso le van a decir que se lo buscó. ¿Hay algo que te haga sentir más sola que no tener apoyo social? Hay una soledad que tiene que ver netamente con eso, con el quedar muy solas cuando hablamos.

La mujer ha ido ganando poder sexual. ¿Qué tan real es cuando sigue muy marcada la “brecha orgásmica” (95% de los hombres heterosexuales vs. 66% de las mujeres heterosexuales dicen alcanzarlo en relaciones sexuales, según cita Freijo en Decididas), y sigue muy presente el miedo hasta de pedirle al otro que use preservativo?

Claramente sí hay un cambio generacional que nos hace estar en una situación de poder sexual mucho más optimista que el de nuestras madres y nuestras abuelas porque hay más información. Eso ni hablar. Obviamente la aparición de la píldora tuvo mucho que ver. El punto es qué pasa más allá de lo reproductivo, o de la información que podamos tener, o incluso del acceso al aborto legal, seguro y gratuito. El tema es cómo disfrutamos del sexo, y ahí sí me animo a preguntarme si realmente hay mujeres empoderadas, o lo que hay son mujeres que construyen poder sexual a través de lo que se espera de ellas. ¿Por qué las mujeres heterosexuales repiten tener dificultad para acceder a los orgasmos con sus parejas, no así con la masturbación? Esto me habla de un problema en los encuentros. Y por el otro lado, ¿qué narrativas se construyen en lo socialmente aceptado? Son las narrativas que propone el porno, que no están centralizadas en la autonomía y el placer de las mujeres. Entonces puede parecer que hay más libertad, que las mujeres hacen más lo que quieren con sus cuerpos, cuando en realidad estamos siguiendo la tradición, no estamos siguiendo el cambio. Entonces, ¿el cambio es taparse? El cambio en principio es poder saber y pedir en la cama lo que nos gusta, pedir cuidado. La cantidad de mujeres que no se animan a pedir que se pongan preservativo, la cantidad de mujeres que temen decir que no para no quedar como frígidas y que sus maridos no las engañen, porque les dijeron que si no acceden a tener sexo, cuando las engañen va a ser culpa de ellas. Y ahí aparece el miedo social de que te vas a quedar sola y va a ser por culpa tuya, porque si tu marido te deja es porque no hiciste lo suficiente para satisfacerlo. Porque seguimos con esa idea tácita de que las mujeres tienen que satisfacer a los varones, y no al revés.

Tu libro Decididas busca sacar presión a las mujeres, diciendo entre otras cosas que tenemos muchas exigencias sociales y pocas herramientas, y que no es que decidamos mal, sino que muchas veces no tenemos la posibilidad de elegir. ¿Por qué somos tan autocríticas?

Hoy justo publiqué (en redes sociales) una frase que decía “El hombre con autoconfianza es celebrado, la mujer con autoconfianza es mirada con crudeza”. Entonces, ¿cómo le digo yo a una mujer que se hable con confianza si desde niñas somos educadas para pedir permiso a la hora de hablar? Y cuando efectivamente lo hagamos, con carácter, con determinación, con formación y con derecho a hacerlo, a plantar nuestra voz en el ámbito que sea, el laboral, una pareja, somos cuestionadas. Amedrentadas a través de dispositivos aceptados culturalmente que buscan desprestigiar la voz de las mujeres. ¿Cuáles son esos dispositivos? Pedirle créditos constantemente: ¿por qué dice lo que dice? Atacarlas personalmente. Vos decís esto porque te pasó tal cosa, vos decís esto porque hoy te vino, vos decís esto porque estás frustrada; como ir al dolor personal o al punto débil que puede tener cualquier persona, en este caso, la mujer, y sacarle crédito por eso. Entonces, ¿por qué nos cuesta tanto hablarnos de forma amorosa? Creo que la respuesta principal es porque hay una repitencia constante del trauma que comienza en la primera infancia, cuando en algún momento vamos a alzar la voz y se reta por eso. Y después hay una reconfirmación constante de que hablar me trae problemas.

¿Y por qué somos tan críticas también con las demás? Según una encuesta que cita en Decididas, tres de cada 10 mujeres piensa que las mujeres no son buenas como líderes.

Hay un dispositivo de competencia, si se quiere, pero yo le saco la palabra competencia para hablar de control de la libertad de la otra. Si bien se ve como competencia, en realidad no estoy compitiendo con la otra, lo que hay es una necesidad de que la otra sufra lo mismo que yo sufro, o de que no viva lo que yo no voy a poder vivir. Cuando veo a la otra en el lugar en el que yo no puedo estar, porque socialmente es muy difícil romper con todo eso, trato de decirle que tampoco va a poder. Esto desde un lugar negativo. Pero también a veces está dado por un lugar positivo, que tiene que ver con cuidar a la otra para que no le pase lo mismo que me pasa a mí, o me pasó, o le pasó a otras mujeres; entonces genero mecanismos represivos, que es algo que pasa mucho entre madres, hijas y abuelas. Como una pseudoadvertencia, que en realidad forma parte de un pensamiento limitante hacia la otra. Entonces, frente a esa otra que hace algo distinto a los mandatos, me siento incómoda.

Entre mujeres nos expresamos las unas hacia las otras en un lugar de disconformidad constante. Ese comportamiento es histórico y no debería pasar desapercibido porque nos está haciendo mal y nos está llevando hace siglos a situaciones de tensión. De no sentirnos promovidas por las demás.

Esto particularmente dentro del feminismo es un gran problema. ¿Por qué entre líderes feministas hay tantas discusiones? Nos mentimos diciendo que esas discusiones son por marcos teóricos distintos, pero en realidad esas discusiones son porque quiero invalidar a la otra como voz líder. Y no estamos en condiciones de hacerlo, porque no sobra ninguna. Yo prefiero un montón de feministas líderes con distintos tipos de voces, pero que generen todo el tiempo una mirada de interpelación, que una líder con la voz con la que yo estoy de acuerdo.

Personajes
2023-09-20T12:41:00

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