De serie española a película uruguaya

Clara Alvarado: “La actuación es una profesión de riesgo, te quita y te da”

Publicado el 13.03.2024  - 13 minutos
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Foto: Adrián Echeverriaga

Rosana Zinola Sánchez

Clara Alvarado mostró interés por la música desde niña. Estudió canto y clarinete mientras asistía al colegio en su pueblo, Navalmoral de la Mata, en Extremadura, España. El deporte también fue parte de su vida, en especial el atletismo y la gimnasia rítmica. Luego de terminar el liceo, la influencia familiar fue preponderante para mudarse a Madrid a estudiar enfermería, profesión con salida laboral según le auguraba su papá. Sin embargo, en sus primeros años de carrera descubrió que su pasión por el arte sobrepasaba los deseos de sus padres. Conformó un grupo musical, probó con algunos “curritos” en publicidad, de moza en restaurantes, se presentó a varios castings, hizo un cortometraje y estudió interpretación sin olvidar la promesa de terminar enfermería. 

En busca de oportunidades en actuación, en 2011 debutó en la serie de televisión Cuéntame­, y cuatro años más tarde tuvo un rol en la obra musical Hércules, lo que le permitió cumplir su sueño de ser como Julie Andrews en Mary Poppins. Así se fueron dando otras propuestas en cine, televisión y teatro hasta que en 2017 le llegó la oportunidad de interpretar a Ariadna en La casa de papel, que se emitía semanalmente por la cadena Antena 3. El dicho “nadie es profeta en su tierra” le calzó a la perfección. Su poca audiencia se iba desvaneciendo capítulo a capítulo hasta que Netflix lo reeditó, convirtiéndose en la serie de habla no inglesa más vista, con 6.700 millones de horas vistas en sus cinco temporadas. Su interpretación de Ariadna y la intensa relación con Berlín le dieron fama mundial, hasta que la pandemia de Covid-19 la llevó a cumplir con su deber de enfermera. Sin experiencia, estuvo combatiendo en primera línea. 

En estos días, Clara estuvo en Montevideo para ponerse en la piel de Ornella, una nadadora española que entrena a la protagonista del largometraje Agua negra, del director y guionista Santiago Ventura y su hermano, el director de fotografía Javier Ventura, producida­ por Chester Films y La Mayor Cine. La película cuenta con las uruguayas Belén Giannini, Paula Silva y Fiorella Bottaioli, además de los argentinos Carlos Portaluppi, Eugenia Tobal, Alan Madanes y Agustina Cabo. 

Después de rodar unas escenas en la piscina del Club Naval hasta las siete de la mañana, conversó con Galería sobre esta película uruguaya, sus recorridas por los barrios montevideanos, la actuación, el sacrificio que implica esta profesión, el éxito de La casa de papel y las enseñanzas del actor Pedro Alonso, quien encarnó a Berlín en la serie.

Detrás de cámara de Agua negra

Detrás de cámara de Agua negra

¿Cómo fue que los hermanos Ventura la contactaron para la película Agua negra

El primer contacto que tengo con esta película fue en marzo del 2023 en Madrid. Yo había grabado un cortometraje con Santi y con Javi, y los últimos días me preguntaron si estaba interesada en hacer un personaje de una película que todavía estaba en ronda de financiación. Me dijeron si haría una carta de compromiso de la película pues faltaba conseguir el resto de financiación. Pasó el tiempo y Agua negra ha sido uno de esos sueños hechos realidad, porque las películas desde que nacen hasta que se graban y luego  salen, llevan un proceso del que el espectador no es consciente. Cuando me dijeron a mí ya llevaban dos años previos con el guion.

¿Cuál es su personaje? 

Sin desvelar demasiado te cuento que toda esta historia es de un grupo de nadadoras. Al principio, les pregunté a los chicos si tenía que poner acento uruguayo, pero me dijeron que no porque está totalmente justificado que mi personaje sea española. Mi personaje se llama Ornella y soy la coentrenadora de Laura (Paula Silva), la protagonista, junto con Mara (Belén Gianini). Digamos que mi personaje es como la mano derecha de Laura, en cuanto al entrenamiento de las chicas. Ellas son exnadadoras que han competido, ambas retiradas por diferentes motivos: el personaje de Laura­ por una incapacidad física y mi personaje por temas psicológicos. El personaje de Laura me abre las puertas para venirme a vivir aquí y seguir ejerciendo la natación y entrenar a las chicas. Entonces para mi personaje  es seguir haciendo lo que le gusta lejos de un lugar donde vivió episodios traumáticos que no se cuentan en la peli, pero se justifica el vínculo que hay tan fuerte entre Laura y Ornella. A lo largo de la película se va viendo cómo este vínculo se modifica porque uno de los personajes da un cambio.

¿Cómo se lleva con el agua en su vida? 

Me encanta el agua. Yo entreno, me gusta hacer deporte, practico atletismo desde que era pequeña, o sea que entiendo el mundo de la competencia y todo lo que hay alrededor de los equipos, de alcanzar una marca. Yo hacía salto de altura pero también he hecho velocidad. Entiendo las llegadas, los segundos, las centésimas de segundos que hacen que estés dentro o fuera. Yo competí a nivel regional, a nivel autonómico y a nivel nacional, fui a varios campeonatos de atletismo de España. Además, la natación siempre me ha encantado y esta película también me ha servido para valorar aún más a las personas que se dedican al deporte. Y al deporte de alto rendimiento, por el nivel de implicación físico y emocional que hay en los entrenamientos, en la competencia. Dedicarse a ello de una manera tan fuerte hace que te pierdas muchas partes de la vida. De hecho, hemos visto documentales y estoy leyendo el libro de una nadadora argentina retirada con 22 años. Es admirable cómo todos los olímpicos, como Michael Phelps, se entregan al deporte, sus sacrificios, los sponsors, jugarse todo a una carrera. Todo en esta película ha sido muy bonito y además pude conocer a las extras, las nadadoras uruguayas, compartir escenas, verlas cómo se mueven, su postura corporal. Son diosas… la palabra es guerreras. Tienen una pose de guerreras, los hombros atrás, la mandíbula al frente, y la concentración, van a lo suyo, a su cometido, su objetivo. Y verlas debajo del agua, cuando veáis los planos debajo del agua. ¡Qué belleza! Es arte. Yo no he visto nada así. Nunca. No he visto en mi vida estos planos, son hipnóticos. 

¿Y cuando competía no pensó en seguir con el atletismo?

En ese momento el deporte lo compaginaba con la música, porque estaba estudiando clarinete y canto en la escuela de mi pueblo. Tenía una vida muy amable, muy sana porque encontraba muy buen balance entre la formación escolar, la música y el deporte. Creo que no hay mejor equilibrio para llenar tus días que la rama cultural, la educativa y la del deporte. La gente que se dedica a esto siente un compromiso de realización consigo misma pero también con su entorno, su familia, su equipo, su entrenador, lo hace porque realmente no les quieres fallar y ellos confían en que vas a ganar.

¿Cómo terminó trabajando de enfermera durante la pandemia?

Pues sí, vengo de una familia muy dedicada a la salud. Tengo tíos médicos, tía pedagoga, mi padre es enfermero, mi madre es auxiliar de enfermería, entonces ya tenía yo la influencia del mundo sanitario en mi cabeza. Yo era una niña muy curiosa y no tenía claro cuál era mi vocación al 100%. Vengo de un pueblo muy pequeño, rural, de provincia y a los 18 años me mudé a Madrid para ir a la universidad y elegí enfermería. Mis opciones eran ciencias del deporte, historia de la música y enfermería, y mi padre me aconsejó seguir enfermería porque es una carrera con salida, pues los padres buscan tu estabilidad. Estando en Madrid me di cuenta de que me faltaba algo y empecé también a moverme dentro del mundo interpretativo yendo a castings, cortometrajes… Estando en tercero de enfermería les dije a mis padres que quería estudiar arte dramático. Aceptaron con la condición de que terminara enfermería, entonces compaginé las dos carreras. 

¿Valió la pena?

Valió la pena porque terminé enfermería y jamás trabajé de enfermera  hasta la pandemia. 

Y con la pandemia surgió la vocación de ayudar.

Sí, en 2017 tuve la oportunidad de hacer La casa de papel y en 2020 vino la pandemia. Después de dos años y medio trabajando como enfermera sin experiencia previa sentí que me estaba desviando un poquito, incluso se me estaba quitando la ilusión de ciertas cosas como actriz y me planteé dejarlo.

Además, la pandemia afectó a todos pero especialmente al personal de la salud.

Sí, tenía muchos frentes abiertos y me sentía que tenía diferentes personalidades: la enfermera, la cantante porque estaba haciendo una obra de teatro musical y creo que hay que enfocarse, poner toda la energía en algo e ir a por ello. Desde que en setiembre de 2022 tomé esta decisión tengo menos dinero pero soy más feliz. Así me siento, me da felicidad dedicarme a esto, mi grupo de música, los rodajes, los castings, es un camino al que hay que encontrarle el disfrute dentro de todo el dolor que conlleva.

¿En qué se apoya para sobrellevar ese dolor, esa incertidumbre?

Creo que inconscientemente cuando uno quiere estar bien vuelve a los lugares donde se siente bien, para ser una persona sana en todos los niveles, físico y emocional. Luego está la parte autodestructiva, la de ir a lugares donde no hay un crecimiento y donde no se está feliz. El deporte y la psicología son fundamentales para manejar esta profesión, o sea el deporte y una terapia psicológica. Se necesita rodearse de personas que te hagan bien, de un entorno terapéutico, un entorno sanador. Porque en este mundo muchas veces te sientes muy solo. Y ahí está el trabajo personal de saber desligar al actor de la persona y llenar tu vida de otros momentos que no sean trabajo, porque cuando dicen “corten” y te vas a tu casa, tienes que tener una vida. Es bonito tener con quien hablar, amigos y un animal, un entorno donde no te vengas abajo.

Después de un mes de rodaje en Uruguay se dificulta mantener vínculos o relaciones de pareja o amistad. 

La actuación es una profesión de riesgo porque es inestable y porque por el camino requiere perder vínculos que para ti son importantes, pero también tiene una gran virtud: conocer personas que jamás conocerías de otra manera. Te quita y te da.

Foto: Adrián Echeverriaga

Foto: Adrián Echeverriaga

Una de esas personas que tuvo el privilegio de conocer fue al actor Pedro Alonso, Berlín en La casa de papel. ¿Qué aprendió de él? ¿Qué momento recuerda de La casa de papel?

Por ejemplo, tuvimos un ensayo con Pedro antes de una escena muy comprometida y a mí me encantó que él tuviera la iniciativa de ensayar el vínculo entre nuestros personajes. Por aquel entonces yo era más inexperta, y sigo siéndolo porque me queda mucho por aprender, pero sin saber qué era la escena ensayamos el vínculo en la azotea de casa. Me gustó trabajar con él fuera del set como un ejercicio de coaching y de creación de vínculos entre los personajes. El vínculo entre Ariadna y Berlín es muy complejo, muy profundo, hay un componente psicológico, sumiso. Ella aguanta tanto, al final es pura supervivencia, ella tiene tanto miedo de morir que se aferra a cualquier cosa. Otro recuerdo que tengo de Pedro es en la última escena, en la cámara acorazada. Él tenía un pinganillo (auricular inalámbrico) aquí (señala su oído derecho). Pedro es un actor de método y me decía: “Pégame de verdad”, y yo le decía: “Si te pego de verdad te voy a dejar la cara roja”. Le pegué tales guantazos que cada vez que le pegaba se le volaba el auricular y en una de esas lo cogió en el aire, se lo volvió a poner, cogió la pistola, y dijo: “Tú y yo somos la resistencia”. Pedro es un tremendo profesional y un entregado al personaje y al favor de obra, o sea, lo da todo siempre, no se deja nunca nada. Eso es lo que me ha dejado Pedro, lo doy todo hasta el final.

¿Cuál es el precio que ha pagado por dedicarse a esta profesión?

Te diría que tiempo. Esta profesión requiere de tiempo y paciencia, aunque luego el tiempo nunca es perdido porque en determinado momento cuando las cosas suceden todo cobra sentido, pero pagas con tiempo, ese es el costo. Para mí es la pérdida de pasar tiempo con personas con las que te gustaría pasar. No es una profesión fácil de compatibilizar con otras. Pero yo estoy haciendo ese trabajo para normalizar y que el trabajo no me coma la vida, porque quiero vivir para trabajar, no trabajar para vivir.

Estuvo un mes en Montevideo. ¿Qué pudo conocer, qué le gustó?

Me estoy quedando en Dodecá con los chicos. Soy rural, no necesito grandes cosas, de verdad. De hecho, si me hubiese quedado en un hotel me sentiría mucho más sola. Estoy con los chicos en Carrasco y ya el primer día me perdí, me equivoqué de dirección, iba a ir a Arocena y giré a la derecha, ni siquiera llevaba datos en el celular. Me encanta caminar y si no encuentro algo pregunto. De hecho, le pregunté a una chica y me dijo: “Ten cuidado porque vas a llegar a Pocitos”. Caminé mucho y ya casi me he aprendido los barrios. Estoy en Carrasco, después viene Punta Gorda, Malvín, Pocitos, Punta Carretas y la Ciudad Vieja. Es que me gusta perderme para encontrarme, me encanta saber dónde estoy porque me gusta ser consciente de lo que veo. Pude ir a la Ciudad Vieja con unos amigos y vi el puerto, las callecitas y a un señor que me sorprendió mucho porque tocaba la guitarra española maravillosamente bien. Me ha encantado Montevideo. Me gusta mucho la luz que tiene el atardecer cuando hay un cielo despejado. Cuando pasé con el coche un día por la (plaza) Virgilio, pensé en volver a ver un atardecer y volví a sentarme en uno de los banquitos. Son pequeños momentos y lugares en un corto espacio de tiempo que sabes que nunca se te van a olvidar.

Después de Agua negra, ¿qué viene?

Tengo una peli ahora en España, sigo con mi grupo de música y además hay otra llamadita de un director que me dio una buena noticia. Así que nos tomaremos una cerveza para celebrar porque de verdad, el año está empezando muy bien a todos los niveles. 

Personajes
2024-03-13T11:22:00

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