Sexología

Vivián Dufau: “Tenés que poder hablar de tus problemas sexuales como cuando decís que te duele una muela”

Publicado el 12.04.2023  - 14 minutos
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Fotos: Adrián Echeverriaga

Por María Inés Fiordelmondo Blaires
@manefior

A las 19 de un viernes la sexóloga Vivián Dufau termina una consulta y cierra su extensa jornada de trabajo. Pero no se percibe en ella el más mínimo signo de fatiga. Con esa frescura pone fin a una semana más en la que cumple muchos roles. Además de atender en su consultorio particular, se desempeña como coordinadora del Servicio de Salud Sexual en ASSE (Hospital Pasteur), es referente del área de Salud Sexual de la Médica Uruguaya y es docente de nuevas generaciones de sexólogos en la Sociedad Uruguaya de Sexología, organización fundada en 1965 y de la que, por si fuera poco, desde este año también es presidenta, un cargo que le habían ofrecido en 2018 y no aceptó. “En ese momento no me sentía con la capacidad y madurez de enfrentar a una sociedad científica con lo que eso implica”, dice con las piernas flexionadas sobre el sofá de su casa y consultorio. Habla de forma sencilla y a la vez académica. Recurre al humor y a las metáforas y así logra bajar a tierra hasta las temáticas más complejas de la sexualidad humana.

Es médica, estudió Sexología Clínica en el Instituto Uruguayo de Capacitación Sexológica, y luego un posgrado en Terapia Sexual Cognitivo Conductual de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Recientemente cursó un máster en Terapia Sexual y de Pareja del Instituto Andaluz de Sexología y Psicología (IASP). “Hoy el sexo es mi vida”, asegura.

¿Hay que educar más a los padres sobre cómo hablar de sexualidad con sus hijos?

Ya no es ir a educar solo a las infancias y adolescencias, sino ir a los adultos, e ir a los adultos mayores, porque hoy a veces la red de cuidado está en los abuelos, entonces estamos criando de cierta forma chiquilines del siglo XXI, con gente que nació en 1940, con normas y sistemas de valores sexuales de su época, y no todos tuvieron la capacidad de aggiornarse desde el ámbito de la educación sexual para hablar de manera sana e informada a estos chiquilines, entonces siguen apareciendo el pitito, el pajarito u otras cosas como: “No te toques que es chancho”. Y educamos desde lo negativo. El primer organismo socializador y de educación es la familia. Desde la primera vez que te cambié un pañal, en vez de decir pitito, cotorrita, pepona, tenemos que decir pene y vulva, entonces ese niño desde el día uno aprendió que esto se llama de esta forma, así como la nariz se llama nariz. Eso les va a permitir defenderse y defender su cuerpo frente a posibles actitudes o acciones no adecuadas, como pueden ser abusos.

¿Cómo pueden los padres encarar una charla sobre sexualidad con niños o adolescentes?

Hablar de educación sexual tendría que estar en la mesa cada domingo, cada sábado. Tenemos que aprovechar cada momento que tengamos la oportunidad de charlar con estas infancias. Esos momentos son únicos. Pero a veces, por esto de querer llegarles les largamos mucha información, y ahí le erramos también. Para cada edad vamos a ir dando información específica. Empezamos con los más chiquitos con esto de conocer el cuerpo, de entender que existen zonas íntimas que hay que protegerlas de cualquiera, inclusive de papá y mamá. Esto de que no te pueden tocar el cuerpo, es tuyo, solo vos lo tocás y cuando vos querés. A medida que el cerebro va madurando va generando distintas capacidades y ahí nosotros tenemos que ir metiendo el conocimiento. Hoy tenemos libros muy lindos, adecuados para ciertas edades, que primero tenemos que leer nosotros, porque los chiquilines investigan y preguntan, y uno tiene que responder de manera sincera, y si la respuesta es: “no sé”, también vale. “¿Vamos a investigarlo juntos?” o “dejame averiguar con alguien que sepa más y te contesto”. Si se la tirás por la tangente, como “sos muy chiquito para saber eso” empezás a cortar las posibilidades de diálogo, porque ya no te va a preguntar más. Y hoy con la tecnología te llegan a cualquier lado. Ellos aprenden de ver imágenes que no son reales, como el porno, que es ciencia ficción. Después llegan a la adultez con esa educación de tamaños, cantidad de eyaculación, mujeres con los orgasmos que se gritan y duran horas. Son actores, hay productores, luces, medicación, no es una práctica sexual real, y los educamos así. Lo mejor es siempre sentarse y hablarlo, e ir hasta donde ellos quieran saber. Cuando te dejen de preguntar no sigas, ya está. No hay que ponerle un pienso adulto a las infancias.

Otro tema es la sexualidad de los padres que viven con sus hijos.

Es todo un tema, un problemón. Es un motivo frecuente de consulta: “Desde que fui mamá o desde que vino este niño a casa ya no tengo ganas”, o “bajó la frecuencia sexual”. Lo que tienen que entender es que la pareja existe desde antes de la llegada de ese niño, y los niños suelen ser separadores de pareja. Es una persona que ingresa a la dinámica de pareja que requiere un 100% de atención, que demanda y demanda. Ahí se empieza a entreverar la dinámica de pareja, dependiendo de cómo se dan los roles, que ojalá fueran compartidos al 100%, pero tienden a recaer los cuidados más sobre uno de los integrantes que sobre el otro, entonces el que queda medio por fuera reclama que queda por fuera, y el que está más en atención a ese niño está más cansado. Además empiezan a ocupar nuestros espacios de intimidad: cuna, colecho o, lo que es peor, los metemos adentro de la cama y duermen entre nosotros. Y si vemos que la intimidad de la pareja empieza a modificarse para mal, ahí tenemos que actuar. ¿Queremos tener encuentros sexuales? Este niño tiene que quedar por fuera; o salimos nosotros de la habitación, o buscamos medios de contención, empezar de a poquito a restablecer la dinámica, porque el tema es complicado, más si no tenés espacios de infraestructura para tener independencia. También son reglas que se educan, el respetar la privacidad tanto de los niños como de los adultos.

¿Todos deberíamos hablar más de sexo como quien habla del clima?

Exacto. Obviamente que hay cosas que capaz preferimos guardarlas en la intimidad, y sí. Las prácticas sexuales no te definen, pero lamentablemente en nuestra cultura hay ciertas prácticas que todavía vienen cargadas de mucho mito, encasillar y señalar, como el sexo anal, que es una práctica como cualquier otra. Si no querés decir lo que hiciste en tu cuarto, perfecto, está bien, es íntimo, pero tenemos que tener la capacidad de poder hablar con un amigo y decir: “pah, estoy teniendo problemas con esto”, como cuando decís que te duele una muela. “Tengo problemas de erección” o “nunca alcancé un orgasmo”, bueno, consultá, se soluciona. Cuando a uno le duele algo, como el dolor inhabilita, consulta, pero como esto se trata de placer, es como que no podemos tener placer, el placer está mal, y la gente no habla, no consulta.

Existe la percepción de que las conversaciones que tienen las mujeres sobre sexo no son las mismas que las que tienen los hombres.

Creo que es verdad. Las mujeres solemos hablar más de lo que implica la función sexual en sí, nos abrimos con amigas. Decimos si nos está yendo mal con nuestra pareja, hablamos más de la intimidad. Entre los varones, en esto del machismo, de que todo lo pueden, no todos tienen la capacidad de decir “no estoy pudiendo”, sino que tienden a alardear. Pocos son los que tienen la capacidad de sentarse a charlar de una manera sana.

¿Estas diferencias en las conversaciones se trasladan al encuentro sexual?

Una de las cosas que pasa mucho con el varón es la ansiedad anticipatoria, o miedo o temor al desempeño. El varón tiene muy presente el riesgo de “que no se me pare”, en esto de la potencia, y de que soy dador de placer. ¿Cómo no tuve una erección si yo soy dador de placer? Nosotras, si no tenemos un orgasmo, y bueno, puede ser que no lo tengamos. Si no te lubricás, bueno, buscás un gel, pasaste bien igual. El varón si no tiene una erección empieza con el tema de lo psicoemocional, a estar más atento, a indagarse, autoobservarse, y ahí se desmorona. Va asociado al rol de macho que le enseñaron: que cuanto más parejas tenga, mejor; que cuanto más dure, mejor; que cuantos más coitos tenga en un encuentro,mejor, y a veces pierden la calidad.

En el mejor de los casos el varón consulta. ¿Qué puede hacer el que no consulta?

Hay una industria que gana mucha plata con esta sexualidad masculina, la automedicación con pastillitas, que no está bueno que lo hagan, siempre tendrían que consultar para ver si realmente lo necesitan y ver qué está sucediendo. Es un bastoncito de fácil acceso que puede generar una dependencia. A los varones les cuesta mucho poder percibir en qué contexto se da la situación. Llegué muerto, estoy liquidado, me peleé con mi pareja, tomé alcohol, o hay algo que me lleva a no andar bien en lo sexual, y está bien que eso pase. No sos una máquina que te va perfecto en todo, todo el tiempo. Mirá a Luisito Suárez, no mete 700 goles en todos los partidos, erra penales a veces; y sí, tenemos malas rachas, y en lo sexual nos pasa lo mismo.

Las pastillas anticonceptivas son recetadas casi de manera automática, pero hay una corriente de mujeres que empieza a querer liberarse de ellas. ¿Por qué se da este fenómeno?

La pastilla anticonceptiva es uno de los pilares de la revolución sexual, porque nos permitió vivir una sexualidad por lo pronto más libre o sin miedo a embarazos no deseados. Eso en una época donde quizás no existía el VIH, donde las enfermedades de transmisión sexual no estaban tan presentes, donde la única preocupación capaz era no quedar embarazada. Esos anticonceptivos orales nos dieron cierta seguridad para hacernos responsables de nuestra propia sexualidad. Eso llevó a que la industria, que mueve mucho todo esto, empezara a investigar. La pastilla no es mala, al contrario, si tiene su indicación está buenísima y yo la recomiendo. Pero son de venta libre, entonces funciona lo de “mi amiga toma tal entonces yo la tomo” y no vas a la consulta. Hay una indicación precisa de anticonceptivos para cada mujer. Hay una cantidad de aspectos biológicos que los ginecólogos a conciencia tienen que valorar. Al ser de automedicación, o que cualquier médico podría indicarlas, a veces depende de la que tengo a mano o conozco desde el punto de vista comercial. Ahí le erramos muchas veces. En ese sentido ahora la mujer se empodera un poco más de su salud física y trata de llevar sus procesos de la manera más natural posible. Los métodos de barrera tienen que estar aunque tomemos anticonceptivos orales. Este movimiento de la gestión menstrual, de conciencia y liberar al cuerpo de fármacos está buenísimo. Hay otras mujeres a las que no les complica ni les genera ningún tipo de efecto secundario.

Dice que el método de barrera siempre debe estar, pero está muy extendida la práctica de abandonar el preservativo en parejas estables.

Porque nos educan de que el forro molesta. Porque no me deja tener espontaneidad, porque tengo que estar parando el encuentro para colocarlo, que me queda chico. En esto de que como somos pareja estable no usamos el preservativo, tenemos poco conocimiento de que las infecciones de transmisión sexual te las podés contagiar. En los contratos de pareja monogámica cerrada a veces pasa que hay situaciones extrapareja en las que después el virus se trae a la pareja si no se tienen los cuidados pertinentes. Si queremos ejercer una sexualidad sana y plena, tenemos que hacernos cargo de nuestra propia salud. Esto desde el punto de vista político es muy fácil de decir, pero hay muchas mujeres que no tienen la posibilidad de empoderarse, ya sea porque no tienen los conocimientos o viven bajo violencia, entonces son poblaciones vulnerables que no se sienten con derecho a exigir por su propia salud. Pero nosotras tenemos que hacernos cargo. Cada uno tiene que hacerse responsable de tener el forro en su bolsillo, cartera y si las condiciones no se dan, decir que no. Sea la excusa que sea, decí que no. “Ah, la puntita, no pasa nada”. No. Porque si es una sífilis soy yo la que se termina dando el benzetacil, si es un VIH soy yo la de los antirretrovirales, si es un embarazo soy yo la que veo qué pasa.

Contó en sus redes que tuvo HPV.

Tengo HPV. Mi primera pareja sexual, varón cis, ya había tenido otras parejas. En un momento dijimos de no usar más preservativo y me pasó que empecé a tener dolor con la penetración, luego sangrado y un PAP que terminó dando mal. Era un HPV y me tuvieron que hacer un cono leep (procedimiento quirúrgico), porque eso podía llevar a una lesión que después se transformara en cáncer. Por suerte dio de bajo grado, pero tuve más controles, infecciones genitales en repetición, etcétera, que requerían de mí una cantidad de cosas que si hubiese existido en su momento la vacuna, me las evitaba, y que si hubiese tenido otro tipo de fuerza en mi sexualidad quizás tampoco me lo contagiaba, porque usaría forro. Hoy te digo que sí tengo HPV, porque una vez que lo tenemos no siempre lo podemos sacar, y cada tanto estoy con esa cosita que me tengo que estar controlando. El 99,9% de las personas sexualmente activas tienen HPV. Por no decir el 100%. La razón es que hay tantos, que se contagia muy fácil. Son cosas que hay que hablar, y desmitificar la vacuna. Es importante vacunarse. Es como el covid; va a permitir que tengas anticuerpos para que cuando ese bichito vuelva a ingresar estés preparado y las lesiones sean más sencillas, más fáciles de llevar.

¿Cree que la monogamia algún día dejará de ser la regla?

En nuestro país, la cultura es monogámica exclusiva y cerrada. La monogamia es algo totalmente cultural que se empezó a dar en esto de gobernar a las mujeres, el que quedaran dentro de las tareas del hogar, crianza de los hijos, entonces esa monogamia venía como un patrón obligado hacia la mujer. La sociedad va cambiando, los vínculos van cambiando, la tecnología nos va aggiornando y globalizando, entonces los contactos empiezan a ser de más fácil acceso. Esos contratos monógamos, para poder estabilizarlos como tal, requieren de una fortaleza de sus integrantes que se podría considerar hasta contranatura. Somos pertenecientes al reino animal, y la monogamia existe en muy poquitas especies dentro de este reino. Ahora, ¿quién tiene la capacidad de no ser monogámico? Nos va a llevar muchísimo tiempo el poder desarrollar cabecitas no monogámicas. Quizás tengamos relaciones abiertas consensuadas; hoy las monogamias se están dando estos permisos, donde en ciertos momentos de nuestra vida se da esta situación consensuada de ir a tener encuentros sexuales por otro lado y volver al contrato monogámico.

La tercera edad se asocia a la idea de ausencia de vida sexual. ¿Por qué?

Se los toma como asexuales, y te cae la ficha en los residenciales, donde los separan nena y nene, no pueden tener contacto, ningún tipo de afecto, cariño. Me ha tocado cuidar a muchos adultos mayores en mi carrera. Los tocás o levantás para auscultar y te abrazan. Está eso de “viejo verde”, y no es cuestión ni de género ni de sexo, es la necesidad de afecto. Pierden su intimidad, los llevan a vivir a la casa de sus hijos y los dejan en el living, y no pueden ni dormir desnudos, ni tocarse porque perdieron su espacio. Por suerte llegamos a una tercera edad más jovial. Ahora a los 70 estás divino. Cada vez tenemos más opciones de tratamiento para nosotras, como la lubricación. Está buenísimo que se hable de eso.

Salud y bienestar
2023-04-12T13:09:00