De un continente a otro

Amores que desafían las distancias

Publicado el 06.06.2020  - 14 minutos
Por Leonel García

Si hay confianza, comunicación y un proyecto en común, los kilómetros, aunque sean miles, no cuentan

"Pese a que tenemos que decirnos adiós por el verano, / corazón, te prometo esto: / te enviaré todo mi amor, todos los días en una carta / sellada por un beso". Melosa al punto de ser desaconsejable para diabéticos, Sealed With a Kiss es una de esas raras canciones exitosas a través del tiempo y de los cantantes: sucesivamente significó un gran hit para Brian Hyland (1962), Gary Lewis and the Playboys (1967), Bobby Vinton (1972) y Jason Donovan (1989). Caló hondo porque, aunque con exceso de azúcar, representó bien lo que significaba tener una relación de pareja a larga distancia.

Salvo Donovan, australiano de nacimiento y británico de residencia, el resto de los artistas eran de Estados Unidos. Un estudio realizado por dos académicas de la Universidad de Purdue, en Indiana, publicado por el Journal of Counseling Psichology en 2012, indicaba que 75% de los estudiantes de los colleges tenían o habían tenido una long-distance relationship. En países muy cosmopolitas o con campus universitarios que reúnen a estudiantes de todos lados, eso es algo habitual. En Uruguay, en cambio, tener una relación de pareja de Montevideo a, por ejemplo, Salinas (a menos de 40 kilómetros) ya amerita que algunos lo consideren excesivamente engorroso.

Eso no quiere decir que no existan y que no sean cada vez más frecuentes. "Cada vez más en este país las parejas se construyen a distancia a través de las distintas plataformas de vinculación", dice a galería la psicóloga Sibyla Latorre, especializada en el trabajo con parejas. Pero no solo se trata de apps como Tinder o Happn, donde cada usuario elige el radio de búsqueda o -en versiones pagas- en las que puede geolocalizarse donde desee. "Hay otras que se están conociendo gracias a un viaje o a un intercambio. Hay parejas también que por motivos laborales de uno de los integrantes pasan una semana juntos y otras tres separados al mes, es una relación donde la menor cantidad de tiempo es de convivencia. Lo importante, que es lo que hace que funcionen o no, es que se pueda crear una conexión segura entre ambos. ¿Qué quiere decir eso? Poder sentirse reconocido y valorado por el otro, y que esa conexión, aunque sea a través de una videollamada, sea mi refugio y mi abrigo cuando necesito una contención emocional".

Lo concretado. "Sí, será un verano frío y solitario. / Pero voy a llenar el vacío. / Te enviaré todos mis sueños, todos los días, en una carta / sellada con un beso".

La actriz y comunicadora Noelia Campo (43) había conocido, tratado y entrevistado a Fernando Santullo (52), músico y cantante de El Peyote Asesino, varias veces debido a su profesión. Durante años, ella no percibió onda ni química entre ambos. Pero eso cambió cuando recibió un correo suyo el 4 de mayo de 2013 desde la red menos relacionada a lo afectivo: LinkedIn. Ella lo había invitado -como a tanta gente- a tenerlo como contacto laboral; él seguía su carrera artística en Castelldefels (España). "Nunca entro acá y veo tu invitación. Mal ahí vos que no me entrevistaste la última vez que fui. Ja, ja, ja. Beso", decía el mensaje.

"Yo lo leí y pensé: ‘¿Estará aburrido?' (risas). La cosa es que le contesté, empezamos a intercambiar e-mails y, a la semana, si no estábamos enamorados, pegábamos en el palo", cuenta Noelia. El 10 de junio, poco más de un mes después, se fue a pasar 10 días a esa localidad catalana, para ver si la realidad compaginaba con lo que se pensaba que ocurría a distancia. Y así fue y así continúa hasta hoy.

El vínculo intercontinental duró más de cuatro años. Se veían tres veces al año: una vez iba ella y otras dos era él quien cruzaba el océano Atlántico. Había un plan a futuro de estar juntos y que ese lugar iba a ser Uruguay. Él tenía trabajo y proyectos en el país; ella también, además de que su pequeño (Valentín, 12) era más chico. Cuando la hija de Fernando (Agustina, que hoy tiene 21 años) entró a la universidad, esa meta pudo cumplirse.

Había antecedentes familiares, ríe Noelia. "Yo tengo unos tíos que estuvieron cinco años escribiéndose cartas. Ella era de Santander (España) y él era de Uruguay. La clave es el amor, eso es lo que te hace resistir. Obviamente no fue fácil, tuvimos momentos mejores y peores, pero siempre supimos que el otro era la persona con la que queríamos estar, juntos la pasábamos muy bien, surgió una empatía automática, como si nos conociéramos hace 50.000 años".

Para el psicólogo Álvaro Alcuri, es justamente la convivencia la prueba de fuego de estas parejas. También nota cada vez más las relaciones a distancia, aunque les percibe un matiz individualista. "Yo lo noto cada vez más, al menos en alguna etapa de la vida, sobre todo en esas personas que no tienen un verdadero proyecto de pareja. Se encuentran, viven buenos momentos, pero no tienen un proyecto en común. Es tener esas cenas virtuales con champagne, todo por Zoom o Skype, pero cuando quiero te apago, te desconecto. Eso es estar en las maduras, no en las verdes". Según resume este especialista a galería, de no haber un proyecto en común -y ese proyecto necesariamente implica llegar a estar juntos- esta es "una soltería disfrazada de noviazgo". Eso por más que arda WhatsApp, Skype, Zoom o la aplicación que sea.

La fotógrafa uruguaya Florencia Saavedra y el intérprete Evan Frierson llevan cuatro años casados. Residentes en Nueva York, la pandemia los encuentra en Carolina del Norte, la tierra de él. Se conocieron en 2012 en una fiesta, cuando ella estudiaba en la Universidad de Montevideo y él estaba aquí como alumno de intercambio. Durante todo el segundo semestre estuvieron juntos y, cuando regresó a su país, la idea de seguir viéndose estuvo latente. Él volvió en abril siguiente, ella se fue en julio, él regresó en octubre, ella terminó la carrera y se fue para allá.

"Tiene que haber comunicación y confianza, claro. Si no hay confianza, te volvés loca. Y luego está el tiempo que le dedicás cuando están juntos. Vivíamos chateando, contactados por Skype, como trabajábamos para la misma empresa, lo teníamos siempre prendido. ¡Nos íbamos a dormir juntos por Skype, recursi!" (se ríe). Por el lado de ella, algunos amigos le vaticinaron poco futuro a la pareja. "Pero fueron los mínimos, ¡¿eh?! Es que me veían muy enganchada". A él, criado en una sociedad más cosmopolita y mucho más discreta en lo relacionado con los vínculos personales, nadie le dijo nada. "¡La gente estaba más impactada por la diferencia de edad que porque fuéramos de distintos países!" (ríe Florencia más fuerte). Es que cuando se conocieron, ella tenía 26 y él 21.

Lo trunco. "Te veré en la luz del sol, / escucharé tu voz en todos lados, / correré para abrazarte con fuerza, / pero, amor, no estarás allí".

Nadie dijo que sea fácil. La distancia puede ser muy larga y el entorno -familia, amigos, un compañero de trabajo que tira onda, una exnovia que resurge y un largo etcétera- puede jugar en contra. La virtualidad, como señala Alcuri, puede generar una idea irreal que se da de bruces con lo fáctico. Estando de vacaciones en Conwy, un bellísimo pueblo de Gales, en abril de 2014, la diseñadora de interiores Virginia Armand Ugon (32) entró a la tienda de souvenirs que atendía James, su dueño, y sintió algo parecido a un flechazo. Fue a almorzar al restaurante de enfrente, regresó y le dejó a él -unos seis años mayor- una tarjeta personal. Volvió y el vínculo se incubó por Facebook, a 11.000 kilómetros de distancia.

"La comunicación por Internet era diaria, cuando volvía del trabajo. Fluía y decíamos de vernos. Yo pensaba ir seis u ocho meses después y terminé yendo a los cuatro, en agosto. Nos considerábamos novios. Es que nos conocíamos... sin conocernos. Él me fue a buscar al aeropuerto de Manchester y me quedé dos meses. Quería probar si funcionaba la relación y si me gustaba estar allá", cuenta Virginia.

Al principio todo era lindo. "pero luego se hizo evidente que la vida era muy distinta a la de acá", desliza. Parte de la familia de James, añade, no la miraba con buenos ojos. "No les gustaba que yo no fuera británica", dice ella. De la familia de ella, en cambio, no escuchó ningún reparo. "Algún amigo me dijo que era medio arriesgado irme sin haberlo conocido tanto", además.

El vínculo, en sí, duró de abril a octubre. Cuando ella volvió a Montevideo, sabía que no habría una segunda visita. Siguieron en contacto virtual durante dos meses más, hasta que el amor se terminó diluyendo.

Hay dos picos etarios en donde estas situaciones son más corrientes, indica Sibyla Latorre. Ella los encuentra tanto en adultos jóvenes -en la década que va de los 20 a los 30- y en aquellos que ya han pasado por una segunda o tercera separación, "donde prefieren construir las parejas a distancia, preservando cada uno su casa". La persona amada a lo lejos, para poder seguir como tal, debe ser "una base segura para desplegar el potencial propio y animarse a los desafíos propios". Esa sintonía emocional, de acompañar, apoyar y aceptar al otro tal como es, tiene que encontrarse al otro lado del teléfono, de la videollamada, del chat, el remitente o lo que sea. En sí, las relaciones a lejana y cercana distancia tienen la misma base.

Y como si no alcanzara también surgen los imponderables, que van más allá de miles de kilómetros de distancia, de husos horarios muy distintos, de culturas más disímiles, de falta de proyectos en común y de voces al oído enemigas. A veces el mundo se sumerge en una pandemia y arrasa con todo. Todo incluyendo un amor de casi seis años entre el músico Matías Romero (39) y una cientista política noruega de nombre Anna.

La pareja se conoció en 2014 en un centro cultural en Sagene (Oslo), una noche en la que él tocaba con el Cuarteto Ricacosa y con la banda de acompañamiento de Maia Castro. Ella estaba en el público y el enamoramiento fue inmediato. Todos los años se veían, ella venía para acá o él viajaba hacia allá. "Era mejor que yo fuera, la vida allá era mejor, siempre me revolví para tener actividades por acá. La vida allá es muy cara pero la paga es mucho mejor. Acá también pasábamos bien porque no había que trabajar todo el tiempo. Y recorrimos varios lugares juntos, como China. La clave era creer en la relación, tener la convicción de que era un amor totalmente genuino, incluso mis amigos decían que solo en las películas se veían amores así".

Nunca llegaron a pasar más de cuatro meses separados hasta este año. Por el momento, Noruega y Uruguay son dos de los países que llegan al aprobado en el combate al coronavirus; pero el mundo está todo dado vuelta y con actividad harto restringida en los aeropuertos por tiempo indeterminado. "Se puede decir que la pandemia nos venció, la lejanía se volvió indefinida. Me sirve como consuelo que el final estuvo a la altura de la relación: tuvo que pasar algo como esto para realmente separarnos".

Lo expectante. "Yo no quiero decir adiós por el verano / sabiendo el amor que nos perderemos. / Vamos a hacer una promesa para encontrarnos en setiembre / sellada con un beso".

Karina (28), licenciada en Comunicación, cumplirá en julio siete años de noviazgo con Hasip (29), un programador de sistemas de Estambul (Turquía). Los separan 12.100 kilómetros, seis husos horarios y dos culturas diametralmente opuestas. Una es la capital más austral de Sudamérica y la otra es una ciudad que a la vez pertenece a Asia y a Europa. La pandemia del Covid-19 congeló, pero no canceló, su idea de vivir finalmente juntos originalmente prevista para este año. Eso será en Europa, gracias a una oportunidad laboral que le surgió a él.

"En una relación que no solo es a distancia sino que es multicultural, no era justo pedirle a uno que dejara todo para irse a vivir al lugar del otro. Por eso acordamos que nos juntaríamos donde el primero de nosotros consiguiera un trabajo", cuenta la joven. La relación comenzó en Internet, en julio de 2013, en un lugar de intercambio cultural. El objetivo de ella era mejorar su inglés; el de él, casi aprenderlo de cero. Una cosa llevó a la otra. "Empezamos haciéndonos amigos, pasándonos e-mails, WhatsApp y Skype. Ahí fuimos sobrellevando la situación".

Por supuesto que se han visto. Entre compromisos laborales, personales y el costo de los pasajes, los encuentros se han reducido a dos por año. Como recomiendan todos los portales dedicados a los vínculos amorosos a distancia (que en inglés tienen una sigla: ldr), la calidad de tiempo juntos debe compensar la poca cantidad; en criollo, un estallido de amor, con fuegos artificiales, confeti, luces y matracas. A tal punto se han concientizado y asesorado en el tema, que ellos mismos crearon una cuenta en Instagram, @ldrguide, para todas las parejas que no quieren que la distancia los aleje, con información, consejos y links para contención emocional.

"Por supuesto que hubo dudas. Una relación a distancia es una montaña rusa de emociones. Hay momentos en que uno se bajonea, se siente incomprendida o la afecta la mala vibra de quienes están cerca", dice Karina casi en un monólogo. "Lo principal es la confianza pero también el amor. Si no estuviéramos enamorados, no lo habríamos podido superar. Hemos aprendido que una relación es de a dos y nada más. Si estamos convencidos, nada nos impedirá estar juntos".

LAS CLAVES DEL ÉXITO

El portal Lifehack.org, pomposamente autopresentado como The University of Life (la universidad de la vida) tiene, a criterio de Karina y Hasip, responsables de @ldrguide en Instagram, una de las mejores colecciones de recomendaciones para que una relación a distancia pueda llegar a buen puerto. En concreto, son 21 sugerencias, compiladas por la especialista Kealy Nigel.

Evitar la comunicación excesiva entre ambos; no hace falta estar online 24-7.

Verlo como un aprendizaje. Lejos de debilitarlos, esta experiencia deberá fortalecerlos.

Establecer y respetar reglas básicas desde el arranque, qué se espera del otro y qué libertades tiene cada uno. Traducido: ¿es una relación "exclusiva"? ¿Se deben fidelidad pese a la distancia?

Comunicarse de forma regular y creativa. Esto no se contradice con el punto 1, saludarse y tenerse al tanto de las novedades hace partícipe al otro de su propia vida.

Diálogo hot. El deseo sexual debe mantenerse y alimentarse. El aperitivo a los encuentros presenciales debe ser bien picante.

Evitar las tentaciones. Eso si pactaron fidelidad o exclusividad. Están lejos, no tiene por qué enterarse, bien... a jugar limpio.

Hacer cosas online juntos. Desde mirar un documental en YouTube al mismo tiempo a cantarse vía Skype. Pueden salir a comprar juntos y consultarse videollamada mediante.

Recomiéndense libros, programas, películas, música y temas. Tener vivencias compartidas les aumentará la posibilidad de charla.

Por supuesto: visítense mutuamente. Y que el resto del mundo se detenga. La abstinencia -afectiva, sexual- está hecha para ser rota.

Tener un objetivo en mente. Fundamental: ¿algún día vamos a estar juntos? Si ambos tienen el mismo objetivo (sea cual sea), esto puede funcionar. Si no, más vale ir pensando en dejarla por acá.

Disfrutar tu momento a solas, con familiares y amigos. No estás solo y tu mundo no tiene que girar en torno a tu pareja.

La honestidad es clave. No ocultar los sentimientos de miedo, inseguridad, celos, apatía y desamor.

Conocer los horarios del otro. Una llamada de la persona amada siempre es esperada, salvo que estés en clases o en medio de una reunión de trabajo.

Estar al tanto de las redes sociales del otro.

Regalarle a la otra persona un objeto personal para que lo conserve.

Usar una buena aplicación de mensajería. Si no es WhatsApp, que sea Telegram o Line.

Enviar una carta o un regalo a la vieja usanza: por correo postal.

Mantenerse positivo. La distancia es dura, pero ayuda si hay un objetivo. Siempre es bueno saber que, como cantaba Charly García, "alguien en el mundo piensa en mí".

Poner en su justo lugar los chismes y los comentarios dudosos e hirientes de familiares y amigos.

Videollamarse cada vez que se pueda.

Darse a cada uno un nombre especial. Parece tonto, pero acerca mucho.

Estilo de vida
2020-06-06T06:00:00