Entrevista

Iván Noble: “En Argentina, si habías tenido una banda de rock importante en los 90 y te hacías solista, eras un traidor”

El cantante de la banda argentina Caballeros de la Quema regresa a Montevideo para presentar Pianissimo, un concierto íntimo de canciones en estado de reposo
Publicado el 10.04.2024  - 22 minutos
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Carlos Dopico

Pasaron ya 26 años desde que un hit radial —término en desuso si los hay— desatara tal popularidad que acabaría incluso por descalabrar a sus propios autores. Eran tiempos del menemismo en Argentina y la crisis económica comenzaba a palpitarse en las calles de Buenos Aires, pero las bandas barriales no dejaban de cantar. Entre la turbulencia y los excesos en épocas del Say no more, Charly irrumpía con un disco elocuente aunque prontamente olvidable, El aguante; La Renga editaba el álbum de la estrella, el homónimo sucesor de Despedazado por mil partes; Los Redondos sorprendían con los sonidos tecnológicos de su penúltimo trabajo, El último bondi a Finisterre­; Attaque 77 publicaba un acertado disco de versiones Otras canciones; Iorio y su Almafuerte salían con el debut homónimo tras la disolución de Hermética, y Bersuit Vergarabat condensaba todo el malestar social con Libertinaje y el confrontativo Sr. Cobranza, que habían versionado de Las Manos de Filippi. En aquel 1998, tras ocho años de recorrido alternativo y cuatro discos, el grupo de Morón Los Caballeros de la Quema pasaba a la masividad con La paciencia de la araña, pero principalmente por la insistente reproducción de una canción que había estado por quedar fuera del álbum, Avanti morocha. “Hay bandas, como dicen los psicólogos, que tramitan mejor los momentos de vértigo y descalabro. A nosotros nos complicó. Veníamos ya con algunas heridas personales y grupales que se potenciaron cuando la banda, como se dice acá, explotó”, confiesa Iván Noble, el músico y compositor argentino de 56 años que logró desarrollar una rica carrera en solitario, y después de 20 años volver a hacer las paces con sus exsocios del proyecto. En 2023, Los Caballeros del Quema (activa entre 1989 y 2001) volvieron a reunirse y girar por distintas provincias de Argentina, retomando la posta de aquella carrera que apenas les permitió asomar en la región. De hecho, Montevideo fue uno de los dos únicos destinos en los que por aquellos días lograrían emerger. “Nos separamos en muy buenos términos… Bue, en ese momento no tanto. Pero como digo siempre: sin abogados ni trompadas. Eso fue lo que, muchos años después, nos permitió volver a reencontrarnos”, confiesa notoriamente satisfecho. 

El sábado 27 de abril, Noble regresa a Montevideo para celebrar su repertorio y vestir las canciones con otro traje, acompañado por el correntino Rubén Casco al piano, y en la intimidad de una sala como la Zitarrosa. “Son canciones en estado de reposo” que “hace tiempo no visito y extraño”, explica en el texto de difusión del espectáculo. “Lo bueno de que hayan pasado tantos años bajo el puente es que uno cada vez hace menos cálculos. Este es un show donde me permito hacer lo que se me da mucho la gana y creo que la gente celebra eso, que el músico haga el show que tiene ganas de verdad”. 

Sobre el paso del tiempo, el vértigo de la popularidad, la distracción de su incursión por la pantalla, el porqué rehuir del “festival del feat”, el “doctor Jekyll y el Mr. Hyde” de su personalidad, y su confesa admiración por Onetti, es que va esta charla con Galería

Este 2024 se cumplen 35 años de la fundación de Caballeros de la Quema. ¿Podríamos decir que son también 35 años de tu carrera artística?

¡Guau! Ni lo había pensado de esa manera. Sí, es verdad, ya pasaron 35 de la fundación. En realidad el primer show de Caballeros fue en el 90, pero, sí, la fundación fue en el 89. Digamos que he recorrido un largo camino.

A lo largo de tu carrera has explorado distintos rincones artísticos: la música, la actuación en cine y series de TV, la producción, y hasta la escritura de relatos y poesía. ¿Dónde encontrás mayor placer, en la creación o la interpretación? 

En la interpretación. En realidad, mi oficio, prefiero hablar de oficio más que de profesión o carrera. Ser escritor de canciones o cantar es un oficio. Me gusta más pensarlo desde ahí. Eso es lo que prefiero y lo que soy. Todo lo demás que nombraste, sobre todo la actuación, fueron recreos divertidos que me tomé, cosas que me habían ofrecido hacer y que estuvieron bien pero nunca las consideré un oficio, no puse ni mucho esmero ni formación. La música es claramente a lo que me he dedicado. Y sí, he tenido también incursiones, y de hecho espero que sean más frecuentes —estoy en eso—, en lo que es la literatura o la escritura. Estoy preparando otras cosas.

<em>Foto: Tute Delacroix</em>

Foto: Tute Delacroix

¿Sería en la línea poética? 

Bueno, tengo un libro de poesías publicado que se llama De tal palo, publicado en colaboración con Washington Cucurto, y después tengo un libro de relatos, más bien una bitácora de gira, que se llama Como el cangrejo. Ahora estoy preparando otra cosa que supongo que este año debería estar ya publicada. Sería un libro de relatos non fiction, mitad crónica. No son canciones ni poemas, es prosa. Ahí sí me veo con ganas de perdurar, al igual que en la música, pero la actuación fue un recreo. 

¿No reincidirías por más tentadora que sea la convocatoria audiovisual? 

Reincidiría si fuera algo muy puntual, y que me entusiasme mucho, pero siempre considerando que eso es un berretín, nada que se vaya a convertir en un oficio.

Te dedicaste básicamente a la música, pero ¿pudiste ser una promesa del tenis argentino?

(Risas). Me hubiese encantado. Fue mi primer deporte. De muy chiquitito jugaba en un club de barrio en el conurbano bonaerense, que es de donde soy. Soy de la época de Guillermo Vilas, así que crecí con un póster enorme del flaco en mi habitación, y hubo un momento a los 14 años donde tuve la posibilidad de ver si me dedicaba. Tenía que dejar la secundaria o bien estudiar en donde me habían ofrecido jugar que era en River­. Yo soy muy hincha de Boca, así que me generó un conflicto personal grande y dejé pasar la oportunidad. Igual, el tenis argentino no se perdió nada, me lo perdí yo. 

¿Y como baterista, de qué nos perdimos? ¿Podríamos decir que como batero fuiste un gran tenista?

Absolutamente. (Risas). La batería fue mi primer instrumento, al que le dediqué varios años. Ahí no fui autodidacta, tuve profesores muy buenos, pero era muy adolescente. Escuchaba heavy metal, hardrock, era la época de oro de Iron Maiden, AC/DC, Ozzy Osbourne. Al principio, empecé a tocar sobre esos ritmos y la llevaba, pero luego tuve profesores más sofisticados. En un momento coqueteé incluso con tocar otra música como baterista pero era muy difícil. Ahí sí que había que estudiar. Haber estudiado batería me sirvió mucho. Si hiciera un disco en mi casa, hay cosas que podría tocar. Pero además me dio un sentido de la rítmica en la música. De alguna manera trato de usarla cuando canto; le presto mucha atención al baterista mientras estoy cantando, me ayuda para los fraseos y para pensar la melodía también desde ese lugar. Siempre fantaseo con la idea de comprarme una y armarla aquí en mi estudio, o mi guarida más que estudio, donde ensayo y escribo. Algún día quizá me pongo a tocar arriba de los discos de Led Zeppelin. 

¿Grabar en solitario sería algo que te gustaría hacer? 

No, lo más importante que confirmé cuando me hice solista, después de tantos años en Caballeros­, fue que no hay nada más importante que tener una mano derecha o un pie izquierdo, un compañero musical que sea mucho mejor que vos en términos musicales y embellezca lo que hagas. 

¿En Rubén Casco encontraste esa virtud?

Sí, claro, en Rubén absolutamente, y también en otra persona que está conmigo desde hace años y que no es parte de Pianissimo. Se llama Benja López Barrios. Son dos personas que embellecen sin dudas las ideas que yo pueda acercarles. Yo soy un músico que básicamente creció como letrista. Te diría que recién en la carrera solista empecé a meterme más en la composición de las músicas, pero no dejo de tener en claro que mis conocimientos son muy básicos y mis ideas melódicas muy perfectibles. 

Y ¿cómo fue que terminaste cantando? ¿Eras quien mejor escribía o quien exhibía mejor condición vocal?

Fue una carambola. En el germen de Caballeros, en eso que señalaste hace 35 años, yo hacía las letras, siete u ocho ponele. La idea era conseguir un cantante para la banda, pero no nos llegaban a convencer quienes venían a cantar. Nosotros no éramos nadie. (Risas). No nos convencía el estilo de los que probaban, y en un momento empezamos a fastidiarnos. Yo era el baterista, pero teníamos un amigo que estaba siempre en la sala de ensayo y que también tocaba la batería. Entonces empecé a cantar mientras buscábamos un cantante y fue como cuando en el fútbol aparece el director técnico interino. Por algún extraño motivo pasé de interino a oficial. En ese momento éramos una banda muy cruda, de garaje, de sonido áspero, y claramente la música que intentábamos no requería de un cantante extraordinario sino de alguien pasional. Al haber escrito las letras estaba seguro de interpretarlas en base a la necesidad. En la sala escuchábamos mucho Iggy Pop, Tom Waits, Sumo, toda gente que, supongo, no hubiese ganado ningún certamen de TV, afortunadamente. Había como una venia tácita de que uno podía hacerlo. 

Pasaste de tocar con una banda con un título tan incendiario como Caballeros de la Quema a presentar un espectáculo en solitario titulado Pianissimo, en referencia a una ejecución muy calma, de baja intensidad. ¿Cómo se dio?

Bueno, pasaron 35 años. (Risas). Yo disfruto muchísimo el rock. De hecho, todo el 2023 fue con Caballeros, un reencuentro con la banda que comenzó en el Luna Park, siguió con varios Gran Rex, pero que en medio tuvo una gira por nueve ciudades con shows muy grandes y muy hermosos. Eso lo disfruto mucho, y es un tipo de disfrute que me da solamente una banda de rock. Pero también hay un Mr. Hyde dentro de mí que tiene que ver con otro disfrute, otro placer: sentarse en una banqueta, cerrar los ojos y cantar sobre un piano o una sutil guitarra. Es un plan casi como de escuela de trovadores, de crooners. Con los años me fui animando y hoy lo disfruto mucho; es el momento de la vida en el que digo: “Los beneficios de este oficio están en hacer lo que a uno se le canta, cuando se le canta”. Me da posibilidad de encontrarme con canciones que escribí hace muchos años, otras no tanto, y ponerles otra ropa. Me permite descansar de todo lo que no sea cantar. A mí, este show Pianissimo me permite disfrutar mucho. Algunas canciones no las recordaba, o las recordaba poco pero se saborean distinto. Es un show que venía planeando hace un buen tiempo, y como el año pasado fue todo transpirando con Caballeros, en esa cosa más hormonal del rock, este es todo lo contrario. Y al mismo tiempo es lo mismo, es mantener el oficio de cantor. 

<em>En 2023, Caballeros de la Quema se reencontró en una serie de conciertos en el Luna Park, Gran Rex y nueve ciudades argentinas. </em>

En 2023, Caballeros de la Quema se reencontró en una serie de conciertos en el Luna Park, Gran Rex y nueve ciudades argentinas. 

En el texto promocional hablás de un repertorio conformado por “canciones en estado de reposo” que hace tiempo no visitás. Tenés seis discos con los Caballeros y otros nueve de recorrido personal. ¿Cuál es el criterio de selección?

Es muy difícil seleccionarlas. Te diría que tenemos casi dos shows. Por eso vamos alternando las canciones, dependiendo de la noche. Tenemos casi 40 canciones en este plan. Siempre es una mezcla. La columna vertebral son las canciones que conforman mi ADN, ese que pude conseguir en todos estos años y puedo sospechar que la gente también quiere escuchar. Y después, me reservo otra parte del show para gustos personales que ojalá también sean canciones que la gente recuerde. Lo bueno de que hayan pasado tantos años bajo el puente es que uno cada vez hace menos cálculos. No hay mucho para especular del tipo: “en esta lista hagamos los cinco hits…”, no me importa tanto, no por desprecio, sino porque es un show en el que me permito hacer lo que se me da mucho la gana. Creo que la gente a lo mejor celebra eso, que el músico haga el show que tiene ganas de verdad y no el que supuestamente la gente va a escuchar. Es una época de producción y consumo musical vertiginoso, en la que hay que escuchar los 10 primeros segundos de un tema para ver si sirve o no, en el que Spotify acelera las canciones para que las escuchemos como hacemos con los audios de WhatsApp. Todo eso es una locura muy lejana de la canción. Son canciones, ¿qué apuro hay? Ya soy un señor mayor que no está pendiente de si su próxima canción va a sonar… ¿En dónde? Si las radios ya ni existen. Son carreras que no valen la pena correr. 

¿Esel arte de comer sin ser comido”? (Nombre de su último disco solista, 2021) 

Exactamente, eso lo resume todo. 

El pasado 2023 se conmemoraron dos décadas del comienzo de tu carrera solista con Preguntas equivocadas, un disco de quiebre en el que marcabas distancia del rock barrial de Caballeros, con una impronta baladística y hasta tanguera. ¿Cómo recordás aquel debut en solitario y qué significó esa nueva etapa para ti?

Lo recuerdo con mucho cariño, muy asustado. Hoy en día ya no sería así, pero 20 años atrás, en Argentina, si habías tenido una banda importante de rock en los 90 y te hacías solista era básicamente una traición. Lisa y llanamente eras un traidor que se bajaba del barco para disfrutar de las mieles del éxito solo. Esa era un poco la mirada de la gente que se hacía solista. Yo fui el primero de las bandas de los 90 que me hice solista, después vinieron muchos otros. Yo estaba convencido de que era lo que tenía ganas de hacer, y no quería hacer un disco con la impronta de Caballeros. Eso iba a tener un costo y de hecho lo tuvo. De tocar para diez mil personas pasé a tocar para diez veces menos. No me importaba. Los primeros dos o tres discos son una búsqueda de una identidad personal al margen de una banda de rock, y de que la gente se convenza de que no era un capricho de ver si la pegaba y me mudaba a Miami para ir a hacer discos melódicos. 

Estaba el enorme antecedente de Gustavo Cerati, que en el 93 ya se había abierto con un trabajo en solitario, durante una etapa de riñas con Soda Stereo. 

Bueno, sí, salvando las enormes distancias a su favor. Pero es verdad, sin embargo, el público pop no tenía esa cosa de tribu conservadora que sí tenía el público de rock garajero de los 90. Hoy, por suerte, ya no pasa nada si un músico tiene una banda de rock y a los tres años se le ocurre hacer un disco solista, ya nadie sale a pegarle por traidor. En ese momento sí pasaba. En el rock estaban puestos un furor y fervor que excedían lo musical. Hasta el tercer disco fue bravo, pero luego lo empecé a disfrutar mucho. 

<em>Este año, la banda cumple 35 años de su fundación; se separaron en muy buenos términos, lo que les permitió volver a reunirse. </em>

Este año, la banda cumple 35 años de su fundación; se separaron en muy buenos términos, lo que les permitió volver a reunirse. 

Hace casi 10 años dijiste a Infobae: “Las bandas de rock son lo mejor que te puede pasar a los 20 años, pero a los 40, quizás sea lo peor que te pueda pasar”. ¿Lo sostenés?

Es un poco un chiste, pero la primera parte es cierta, es lo mejor que te puede pasar. Aunque quizá para un pibe de esa edad hoy el sueño es hacer trap en su casa, porque es el sonido de la época. Seguramente quienes hacen trap o música urbana son quienes hoy tienen el pulso de la calle. Me refería a que después de los 40 años, lograr acuerdos, consensos y todas esas cosas que el rock necesita todo el tiempo, se complica. A los 40 ya sos un coleccionista de mañas y neurosis personales. Una cosa es ponerse de acuerdo a los 20 y otra 20 años después. Yo agradezco todo el trayecto, haber empezado en banda, seguir como solista y agradezco ahora encontrarnos cuando se nos da la gana con Caballeros y volver a recrear esa historia. 

El año pasado celebraron el reencuentro de Caballeros de la Quema con la excusa de los 25 años de La paciencia de la araña, el quinto disco de la banda. Justamente, en aquel 98 es que los vi en vivo en el Teatro de Verano. (Temas como Malvenido o el reggae Me voy yendo de aquel concierto están disponibles en YouTube). ¿Qué recordás de aquella primera y única incursión por Montevideo?

Recuerdo aquel show en el teatro al aire libre. A nosotros nos pasó algo curioso, porque una vez que fuimos muy populares en Argentina, a partir de La Paciencia de la araña no fue mucho el tiempo que tuvimos para desarrollar eso afuera. Nunca tuvimos mucho recorrido internacional. Era muy grande la demanda local y poco el tiempo restante, nos separamos a los dos años. No tuvimos proyección regional. Te diría que Montevideo y Asunción fueron los únicos lugares donde debemos haber ido en esos momentos. Los recuerdo como muy divertidos pero tampoco tengo mucha nitidez. Es una época en que todo era un poco borroso. (Risas).

¿Creés que aquel vértigo y falta de nitidez puede haber tenido que ver con la separación?

Sí, claro. Hay bandas, como dicen los psicólogos, que tramitan mejor los momentos de vértigo y descalabro en todo sentido: emocional, económico, anímico, la primera incursión en la famita. A nosotros nos complicó. Veníamos ya con algunas heridas personales y grupales que se potenciaron cuando la banda, como se dice acá, explotó. No supimos balancear eso de nuevo. Éramos bastante jóvenes. Nos separamos en muy buenos términos… Bue, en ese momento no tanto. Pero como digo siempre: sin abogados ni trompadas. Eso fue lo que nos permitió muchos años después volver a reencontrarnos. 

El tema bisagra en tu carrera, Avanti morocha, también llegó por aquel entonces como parte del disco. ¿Qué relación tenés hoy con esta canción? 

Es una canción que claramente fue bisagra en mi vida, mucho más que en mi oficio. La mayoría de las cosas que tengo en la vida, desde personas hasta dinero, o anécdotas, tienen que ver con haber compuesto esa canción. En realidad, esa canción estaba en la punta del iceberg­ de todo lo que estaba sucediendo. No es que hice dos canciones en mi vida y una fue esa. Para llegar a ese lugar tuvieron que pasar muchas cosas y, por suerte, después de esa canción también pasaron muchas otras. Siempre estaré agradecido de haber compuesto una canción inmensamente popular y que forma parte de la música popular argentina, sin dudas, como muchas otras que admiro. Pero además, agradecido porque la cantan personas que no habían siquiera nacido cuando la escribí. ¡Qué se yo!

Justamente, en relación con el alcance generacional de la canción, hace muy poquito hiciste una versión con Rusherking (rapero argentino de 23 años). ¿Cómo viviste esa experiencia?

Ahí va, son esas cosas que pasan. Una señal de televisión estaba haciendo encuentros entre músicos de diferentes generaciones, y me lo propusieron. Yo no lo conocía personalmente y tampoco conocía mucho de su música. Por suerte, mi hijo, por una cuestión de edades tenía más información. Escuché lo que hacía y una cosa que él había escrito me gustó mucho. Cuando nos encontramos le dije: ¿Por qué no hacemos un mush up de dos canciones, una tuya y una mía? Y él me dijo: Te quiero pedir un favor, que la tuya sea Avanti morocha, porque es la canción favorita de mis viejos. (Risas). ¿Cómo decirle que no a eso? Hay tipos que escriben canciones hermosas toda la vida y a lo mejor no tienen la suerte de que alguna canción se haga muy popular. Hay canciones populares, hay canciones que son hits claramente, pero hay otras que además de ser hits —palabra que me da pudor, además, porque es un concepto ya antiguo— tienen un anclaje emocional muy fuerte en la gente. Evidentemente, Avanti morocha fue y es eso para mucha gente. No sé cómo ocurrió, no tengo la más perra idea. No creo que vuelva a ocurrir nunca más con una canción que yo escriba. No sé cómo se hace pero lo agradezco y lo celebro.  

Has grabado junto con León Gieco, Vicentico­, e incluso con Joaquín Sabina. Si pudieses elegir, ¿qué dupla te gustaría concretar?

Mirá, ya fui muy afortunado por los que nombrás y algún otro como Fito Páez o Adriana Varela­, y en vivo con otros que admiro mucho como Juan Carlos Baglieto. No lo sé, quizás me gustaría cantar con alguien que no venga estrictamente del rock. En general me gusta más eso, con gente que no sea del mismo… colegio. Pero también pasa algo en esta época con lo que hay que tener cuidado, que es el “festival del feat”, de gente que canta junta y que muchas veces tienen poco de genuino. Claramente, en muchas oportunidades se ve una intención discográfica por sobre todas las cosas. Y para peor, ni siquiera es que suceda de carne y hueso, y son personas que se juntan a eso, sino que se da el famoso: “Te mando la voz”. Sucede hasta con gente enorme… Escuchás discos de duetos de Tony Benet y ves que claramente es una operación de marketing. No está mal, pero en mi caso todas las veces que ocurrió hubo una cercanía o simpatía musical. No sé con quien. En Uruguay con varios… Queda muy tribunero, es como que subiera a la Zitarrosa con la remera de la celeste. Sí, por supuesto, sin temor a la demagogia, como hincha de Boca me está haciendo feliz (Edinson­) Cavani, así que es lo primero que tengo que agradecer a los uruguayos. Además de agradecer por el negro Rada, Jaime o Fernando Cabrera. A mí que me gusta mucho la literatura, quiero decirte que uno de los escritores más enormes del mundo es uruguayo y se llama Onetti. Antes del verano estuve releyendo algunas cosas de él. Las primeras ediciones de los libros de Onetti de la casa de mis viejos los tengo como tesoros. 

<em>León Grieco cantó con Iván Noble la canción Hasta estallar en uno de los conciertos de la gira del año pasado. </em>

León Grieco cantó con Iván Noble la canción Hasta estallar en uno de los conciertos de la gira del año pasado. 

Hace algunos años, en plena pandemia, emprendiste un ciclo de entrevistas con figuras de la cultura, a quienes les preguntabas entre otras cosas sobre sus gustos y disgustos; sus miedos y deseos; los libros que leyeron y los que abandonaron. Por tanto, demos vuelta el cuestionario hacia el entrevistador. ¿Cuál es hoy tu mayor deseo y cuál tu miedo más estremecedor? 

Mi mayor deseo y mayor miedo están absolutamente ligados entre sí. Mi mayor deseo es morir de viejo, más viejo, y jugar con nietos. Siempre digo cuando me preguntan cómo morir, que quiero una escena como la de El Padrino, cuando muere Marlon Brando jugando con sus nietos entre viñedos, de bien grande. Así me gustaría, entre los 85 y los 90, y en lo posible sin ningún tipo de preaviso ni agonía, por supuesto. Y mi mayor miedo es todo lo contrario, ser un moribundo durante un tiempo largo. Esa es la pesadilla más frecuente. 

¿Qué libro leíste más de una vez y cuál no pudiste terminar? ¿Alguno de Onetti quizás?

Muchos, nobleza obliga, y completando lo que hablábamos recién. Hace unos meses volví a leer Juntacadáveres, del gran Onetti, y de nuevo sentí que estaba en presencia de uno de los mayores escritores de la historia. Y ¿qué libro no pude terminar? También varios, tal vez el más emblemático es En busca del tiempo perdido­ (de Marcel Proust). Llegué hasta el segundo libro de la serie. 

Iván Noble, junto con el correntino Rubén Casco, presenta Pianissimo. Sábado 27 de abril, 20.30 h en Sala Zitarrosa. Entradas de 900 a 1.100 pesos, en Tickantel y boletería. 

Cultura
2024-04-10T13:53:00