Autobiográfico

Bono desnuda su alma, para quienes lo quieren y quienes no

El cantante de U2 presenta su primer libro, Surrender: 40 canciones, una historia
Publicado el 12.12.2022  - 11 minutos
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Por Leonel García
@leonelgarcia76

Bono, cuyo nombre real es Paul David Hewson, ese mismo que quedó olvidado luego de que su amigo Gucci le pusiera el apodo por el que lo conoce todo el mundo, dice que el tambor es el único instrumento esencial para la guerra. Todos, escribe, son “útiles para amar y exhortar”. Pero solo el tambor sirve para la batalla. Parche y metal, lo ideal para un redoble marcial. Bono, sigue reflexionando, jamás querría estar en guerra con Larry Mullen, pero si un día va a la guerra, irá con él o no irá.

El redoble de Larry Mullen es lo que destaca al arranque de Sunday Bloody Sunday. Y Larry Mullen —y no otro— fue quien marcó el nacimiento de la criatura. “Batería busca músicos para formar banda”, decía el anuncio colgado en el pasillo del colegio laico Mount Temple Comprehensive, en Dublín, Irlanda. A ese llamado asisten Adam Clayton, alguien que de haber nacido en el Uruguay del último fin de siglo le cabría el mote de concheto y que a gatas toca el bajo, David Evans, a quien nadie llamaba aún The Edge, y el propio Bono, todos menores de edad. No lo sabían cuando se reunieron por primera vez en la cocina de Larry, quien ya tenía un arrastre envidiable entre las chicas, pero en ese mismo momento de 1976 estaba naciendo U2.

Seis años después, mientras grababan el que sería su tercer disco, War, Steve Lillywhite, el productor, se afanaba en que el “gancho” fuera perfecto. El gancho, en una canción de rock que se precie, suele ser la guitarra. “En una canción de Bob Dylan el gancho puede ser una frase”, escribe Bono en Surrender, 40 canciones, una historia (Reservoir Books), la ambiciosa autobiografía que acaba de ver la luz. Claro, a The Edge, pese a que es ducho escribiendo versos, le gusta hacer rabiar a Bono diciendo que “nadie escucha la letra”. Eso es de las peores cosas que se le puede decir a Bono, un letrista con aires de grandeza, y que en un buen día es capaz de componer las mejores canciones de amor y de guerra, de desesperanza y de inquietudes religiosas, de crítica social o de evocación. 

Pero en Sunday Bloody Sunday el gancho es el tambor, y no hay nada más que hacer. Steve busca que Larry repita el redoble una y otra vez, hasta que quede perfecto. Los versos, inicialmente escritos por The Edge y luego totalmente retocados por Bono, hablan de la masacre del Domingo Sangriento del 30 de enero de 1972, cuando soldados británicos abrieron fuego contra una manifestación pacífica en Derry, Irlanda del Norte, matando a 14 personas. “Yo tenía 11 años y aún siento náuseas”, escribió el cantante y compositor. El primer verso, “No puedo creer las noticias de hoy”, fue un inconsciente homenaje al A Day In The Life de The Beatles (que comenzaba “Leí las noticias de hoy, oh, muchacho”). 

Sunday…, deja en claro el vocalista de U2, es mucho más una canción pacifista que rebelde o patriota, terreno en que el cuarteto no quiso ahondar. Eso le valió no pocas críticas. 

Bono, sus gustos musicales y sus vivencias personales caminan siempre juntos, tanto como los recuerdos dolorosos de su madre muerta cuando él tenía 14, de la presencia omnipresente de su novia de siempre, Ali (con la que está casado desde 1982, conformando un matrimonio de una solidez increíble al tratarse de un rockstar), de navegar entre dos mares de fe por tener un padre protestante y una madre católica en Irlanda, y de sus sueños de liderar una banda de punk rock que luego se transformó en otra cosa, mucho más grande que el punk rock. Con él caminan todos sus afectos. Larry, el baterista, un año menor que él, es uno. Al igual que Bono, este perdió a su madre siendo adolescente. “A menudo lo que une a las personas es más el dolor que la alegría”, escribe.  

En esta miscelánea de elementos, a veces lineal y en otras caótica, rico en saltos hacia atrás y adelante, donde se mezclan canciones, anécdotas, links vivenciales, recuerdos y reflexiones, galopan las más de 700 páginas de Surrender (rendirse). Bono, por lo general, es un tipo que ha dividido las aguas: o se lo admira o se lo rechaza. Leer sus memorias genera un efecto muy sencillo: quien lo idolatre lo hará más, quien lo rechace no cambiará su opinión, y hasta quizá la empeore. Pero al menos es una detallada y atrapante crónica de épocas, de cambios sociales, musicales y políticos, con la banda U2 y su frontman como eje. Y es un eje que ha vendido casi 2.000 millones de discos en una trayectoria de más de 40 años, con canciones gloriosas como I Will Follow, With Or Without You, Where The Streets Have No Name, One, Even Better Than The Real Thing, Stuck In A Moment o Beautiful Day.

Modos de lectura. Se puede decir que Bono se desnuda, se vacía, se jacta, se disculpa y se autojustifica en las páginas de su primer libro. A veces hace todo eso a la vez. El libro está dividido en tres partes y en 40 capítulos, uno por cada canción escogida no al azar, que a su vez titulan cada segmento. Por supuesto, el detallado líneas arriba era encabezado por Sunday Bloody Sunday. Las propias letras (original y traducida) funcionan como hilo conductor en cada uno de ellos. Los textos se acompañan por ilustraciones del propio Bono y fotos del archivo familiar.

Y ya con su primera línea engancha a quienes admiran a este cantante-compositor-activista y rechina a quienes odian a este millonario-esnob-traidoralrock. “Nací con un corazón excéntrico”, dice. No refiere a sus colaboraciones con Greenpeace, Amnesty International, Birmania Libre, el Proyecto para los Niños de Chernóbil o a cualquier organización similar, al tiempo que pide a las potencias condonar las deudas de los países del Tercer Mundo (todo eso mientras no deja de facturar y de canalizar muchos de sus ingresos a través de paraísos fiscales, como documentó la televisión francesa en 2008). La aseveración alude a una condición fisiológica por la que tuvo que pasar por el quirófano del hospital Mount Sinai de Nueva York a fines de 2016: una ampolla en la aorta.

Surrender, 40 canciones, una historia, de Bono. Editorial Reservoir Books, 677 páginas, 1.490 pesos

Surrender, 40 canciones, una historia, de Bono. Editorial Reservoir Books, 677 páginas, 1.490 pesos

Es el capítulo “Lights Of Home”, en referencia a la canción del disco Songs Of Experience, de 2017, hasta ahora el último de ellos, que relata la experiencia extracorpórea de verse a sí mismo siendo abierto: “Me observo desde arriba con los arcos voltaicos reflejados en el acero inoxidable. Pienso que la luz es más dura que la camilla metálica en la que estoy tumbado. Noto el cuerpo separado de mí. Reducido a carne blanda y duro hueso. (…) Sé que no me parecerá un buen día cuando me despierte tras estas ocho horas de cirugía, pero también sé que despertarme es mejor que la alternativa”. Si no fuera porque es un irlandés del sur, se podría alabar el humor británico que salpica el libro.

Es por esta particular estructura que hay más de una manera de leer el libro. La habitual, ir de la primera a la última página, respetando la ilación del autor que es casi totalmente cronológica. La random, que consta en saltar de un capítulo a otro, según la época de U2 que al lector le guste (fandom que, básicamente, se divide entre seguidores del War, de The Joshua Tree, de Achtung Baby o de All That You Can’t Leave Behind, de 1983, 1987, 1991 y 2000, respectivamente). O ver qué sorpresa le depara la canción favorita. 

Por caso, en I Will Follow, el primer hit de U2, el que abre su disco debut Boy (1980), se cuenta las peripecias de un cuarteto cuasi adolescente ensayando en una casa de campo que daba al mismo cementerio donde estaba enterrada Iris, la madre de Bono. Relata (e ilustra) la Gibson Explorer con la que The Edge trataba de sacar un solicitado sonido como a “taladro eléctrico que atraviesa la espina dorsal”. Y finalmente surge, sola, la letra, “la carta de despedida de un suicida”: If you walk away, walk away / I walk away, walk away / I will follow. O, sigue recordando y reflexionando, la intención de un niño que busca a su madre y que la quiere seguir, así sea a la tumba.

Sí, cada tanto hay un bienvenido golpe bajo en la narración, entre alusiones bíblicas, evocaciones de una gris y esperanzada Dublín, momentos cruciales en la historia (en ese mismo capítulo aparece Paul McGuiness, el manager que llevó a U2 de los pubs a la cima del mundo) y humor no-británico.

Una canción, una historia. En otro pasaje (en el capítulo “Until The End Of The World”, canción de 1991 incluida en Achtung Baby) toma presencia el Bono político. Refiere al viaje que The Edge y él hicieron a Ucrania en la primavera boreal de este año, luego de la invasión rusa a ese otrora Estado soviético. Sus palabras para con el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, son muy elogiosas: “Simboliza la valentía de treinta y cinco millones de ucranianos que se han quedado a combatir y resume su propósito con declaraciones diarias que refuerzan su integridad personal, así como la integridad territorial de su país”. Bono conoció al mandatario cuando solo era actor y comediante. La presencia de la dupla central de U2 responde a que su música es su aporte solitario a un país sitiado. Ante un público de unas cien personas, en el metro de Kiev, arman un minirrecital con Walk On, Sunday Bloody Sunday, Angel Of Harlem, Pride, One y Stand By Ukraine (revisión del clásico de Ben E. King, Stand By Me). “Todos estamos acostumbrados a ver líderes mundiales que resultan ser comediantes, pero es una revelación ver que también ocurre lo contrario”, dijo en un momento.

El capítulo sobre su intento para que Estados Unidos termine la “esclavitud económica” de los países pobres generada por deudas de la Guerra Fría, que incluye reuniones con el presidente Bill Clinton y los congresistas —más interesados en sonsacarle anécdotas suyas y de colegas que en escuchar lo que proponía— es otra pintura del personaje. Imbuido muchas veces de un espíritu religioso (del que nunca abjuró), es sorprendente el afán casi narcisista que pone en las causas que considera justas; ese mismo mesianismo que le hizo ganar una legión de detractores casi tan grande como de fans. La audiencia con el papa Juan Pablo II en Castel Gandolfo, en setiembre de 1999, a la que asistió con Quincy Jones y Bob Geldof, termina con un intercambio inusual: el Santo Padre le da un rosario y él le obsequia sus lentes de sol Dolce & Gabbana de cristales azules. Esto se narra en Pride (In The Name Of Love). 

En sí, cada página tiene una sorpresa, sobre todo para quien no conoce vida y obra del frontman de U2. Para quien sí lo haga, es la Biblia. Esa, de última, es la característica de un buen libro. Está el backstage de la entrevista que él, a modo de periodista, le realizó a Bob Dylan para Hot Press (Bad), su visita a Etiopía y sus problemas con el pelo en su actuación en Live Aid (Where The Streets Have No Name), la emoción de su padre cuando se encontró en un mismo camerino con Luciano Pavarotti y Lady Di (The Showman) o las llamadas por teléfono al despacho de George Bush (padre) durante los conciertos del Zoo Tv Tour (Crumbs From Your Table). Están su vida familiar, sus creencias religiosas y su militancia pacifista y antiparamilitar que le valió el rechazo del Sinn Fein, el brazo político del IRA (lo que significaba ponerse a buena parte de sus compatriotas en contra). 

La opción de leer según las canciones favoritas trae sorpresas. Un capítulo trata de la amistad de Bono y Michael Hutchence, el primer vocalista de INXS. Una noche de 1994, en una playa del Mediterráneo, quizá azuzados por el alcohol, se pusieron a hablar del reciente suicidio de Kurt Cobain, de Nirvana, quien escribió que no podía lidiar con la fama. “¿No crees que si hubiera aguantado un poco más habría conseguido superarlo?”, dijo el australiano. “Odio a la gente que dice que Cobain no podía lidiar con ser famoso. Vaya forma de escurrir el bulto”, agregó. Tres años después, cuando su adicción a las drogas había afectado su vida y el vínculo con sus amigos, incluyendo Bono, Hutchence se mató. Bono le escribió a su querido colega Stuck In A Moment. Por supuesto, así se llama el capítulo. Alejadísimo del credo punk en el que alguna vez creyó, ahora tiene otra máxima: “Vivir bien, dijo no sé quién, es la mejor venganza”. 

Cultura
2022-12-12T20:42:00