Violencia de género
Yo maté para no morir
En un país donde la violencia de género es un flagelo creciente, hay mujeres que debieron tomar la más drástica decisión para no ser un número más en las estadísticas.
"Lo maté porque me estaba golpeando. Lo maté porque me iba a matar". Así recibió Gabriela (39) a la Policía en su casa, en San Martín y Luis Alberto de Herrera; a la misma Policía que ella había llamado. Minutos antes, ese tremendo domingo 23 de setiembre de 2018, había matado de tres disparos con una Glock semiautomática a su marido, Richard (42). "Los voy a picar a todos", fueron sus últimas palabras que ella sabía que las iba a transformar en hechos. Era su esposo desde el año anterior y su pareja desde hacía 12. En algún momento se transformó en el peor carcelero, verdugo y torturador de ella, de los hijos que ella tenía de una relación anterior y del hijo de ambos. Él, integrante de la banda Los Chingas según la prensa que cubrió el caso, la insultaba, la golpeaba y la aislaba. El infierno que vivían, escondido detrás de la fachada de una familia normal, en una vivienda con barbacoa, mesa de pool, lujos varios y seguridades reforzadas, podía desencadenarse ante cualquier excusa. En esta última y fatal ocasión, la chispa fue la brutal granizada que el día anterior cayó sobre Montevideo y dañó severamente el techo de su auto. Tan nervioso y tan descontrolado quedó Richard por esa situación que al día siguiente se descargó a piñazo limpio en el rostro de su mujer.
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