Carmen Posadas

Sexo sin

Publicado el 15.02.2023  - 4 minutos
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Por Carmen Posadas Mañé

No hace mucho, en los Estados Unidos llevaron a cabo un estudio que reveló que un porcentaje sustancial de hombres y mujeres en un rango de 18 a 25 años mantenía relaciones sexuales sin realmente desearlo.

Me pareció paradójico el dato porque vivimos en un mundo cada vez más hipersexualizado. Todos, desde influencers a modelos, deportistas, cantantes, actores y hasta los niños TikTok derrochan posturitas sexis venga al caso o no. La publicidad, que siempre ha sido un buen termómetro social, también refleja esta tendencia.

Los anuncios de chocolates parecen orgasmos y los de limpiacristales aseguran que “un hogar limpio es 33 por ciento más activo sexualmente”. Esto es así y, sin embargo, según parece, paralelamente a este fenómeno o tal vez precisamente debido a él muchos, y hablamos de gente muy joven, andan con la libido hecha unos zorros.

En España, el Instituto de la Mujer publicó semanas atrás otro estudio según el cual el 57,7 por ciento de las mujeres en ese mismo rango de edad afirmaba haber tenido sexo con otra persona sin apetito ni deseo sexual. “Cuando te acuestas con alguien una noche”, explica Olivia (nombre figurado), “lo más probable es que haya una segunda. A veces lo haces para justificar que no fue solo rollo de una noche, otras porque el tío te insiste tanto que al final dices bueno, venga, bah, y lo haces aunque no quieras. ¿Y sabes lo que pasa entonces? Que cuando acabas todo te da asco”.

Otra chica de edad similar, pongamos que se llama Beatriz y que tiene pareja estable, explica otro aspecto del mismo problema: “Pobre mi chico”, dice ella, “no tengo ganas pero no quiero que me deje, odio la idea de que me abandone”. Sexo por insistencia, sexo por obligación, sexo por miedo a perder a su pareja… estos son los casos con los que cada vez con más frecuencia se encuentran psicólogos y sexólogos. Y ellos añaden otra razón.

Por inverosímil que parezca en tiempos tan libérrimos e iconoclastas como los nuestros, la presión social sigue contando y mucho. “Conoces a un chico en una fiesta, el resto de tus amigas acaban enrollándose cada una con un tío. ¿Y tú qué haces? Pues lo mismo, aunque no te apetezca”. Podría parecer que tener sexo sin deseo es solo un problema femenino, y en gran medida lo es.

Las mujeres somos más proclives a ceder, a veces por temor, pero otras para evitar una situación tensa o, incluso, directamente, por pena. Pero le ocurre también a los hombres, aunque en su caso las razones son diferentes: Necesidad de probarse a sí mismos, pavonearse ante los amigotes, coleccionar muescas en su revólver… Para ellos hacerlo sin ganas es algo más difícil pero, cuando son muy jóvenes, las hormonas se ocupan de que en la cama todos los gatos sean pardos y dé igual Ana que su hermana.

Sin embargo, como los años no perdonan, con poco más de treinta ya algunos se topan con el espectro más temido de todo coleccionista de muescas, el funesto gatillazo. Existen menos estudios sobre el amor sin deseo en el caso de hombres, pero los que hay señalan que también ellos conocen el precio a pagar. Porque si el sexo deseado es uno de los mayores regalos que da la vida, el no deseado es (quien lo probó lo sabe) peor que picar carbón en una mina con grisú. Dicho todo esto, muchos son los que confunden deseo con amor, pero eso merece otro artículo.

En esta ocasión me interesaba reflexionar sobre el hecho de que, a pesar de que el sexo está más omnipresente que nunca, practicarlo de la manera satisfactoria sigue siendo una asignatura pendiente. No es que yo abogue por volver a los tiempos cuando era tabú y pecado mortal, claro que no, pero pienso que banalizarlo no renta. Siento sonar tan antigua, pero echo en falta, por ejemplo, que a ninguno de los especialistas antes aludidos se le haya ocurrido mencionar una palabra bastante pertinente sobre este asunto del sexo con y sin deseo y es esta: amor. Sí, ya sé que no es indispensable, y que el sexo tiene sus encantos propios, pero ¿no será que de tanto exaltarlo, glosarlo y cantar sus infinitas loas empezamos a confundirlo unas veces con un antídoto contra la soledad, otras con moneda de cambio y también, y cada vez con más frecuencia, simplemente, con la gimnasia?

La columna de Carmen Posadas Mañé
2023-02-15T10:04:00