Sin edad para Cupido

En busca del match después de los 65

Publicado el 11.10.2020 07:00  - 12 minutos
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Alguien tiene que ceder

Por María Inés Fiordelmondo

Las historias de amor y parejas surgidas después de los 65 años, que parecen poco convencionales, en realidad están por todas partes y se volverán cada vez más frecuentes

Fred dijo sentirse raro, una sola palabra que bastó para disparar la verborragia y agitación de Elsa. "¿Raro bien o raro mal? Yo quiero saber, es muy importante para mí, Alfredo, yo te lo quiero decir, yo no quiero sufrir, pero no sé, a mi corazón le están pasando cosas". Fred se sonrojó y Elsa, una vez más, pensó en voz alta: "Tiene 78 años y se sonrojó. ¿Cómo querés que no me enamore de ti? Ay, ¡qué fuerte lo que dije!". En un fino restaurante madrileño se desató este diálogo medular de la película Elsa y Fred.

Aunque fuera de la ficción parezcan invisibles, las historias como la que protagonizan China Zorrilla y Marcos Carnevale están por todas partes. Tal vez no en un bar, pero sí en una casa, entre copas de vino y frente a una estufa de leña. Puede que no se las encuentre en el mercado gastronómico del momento; es más probable que se estén dando en un café a plena tarde, mientras el mundo sigue su ritmo vertiginoso.

Resultan poco convencionales, pero todo indica que las citas con el mero objetivo de pasar un buen rato entre personas mayores de 65 años y las parejas surgidas después de esa edad serán una moneda corriente. Primero, porque la población mundial envejece como nunca antes y de forma saludable, productiva y activa. Entre 2000 y 2050, la población mayor de 60 años se duplicará; pasará de los 605 millones a 2.000 millones, según datos de la Organización Mundial de la Salud.

Entonces, si el siglo XX fue de los jóvenes (que ocuparon un lugar primordial en el marketing, cine, literatura y todo tipo de productos) en el siglo XXI será el turno de los adultos mayores. El expresidente del BPS Rodolfo Saldain lo explica claramente en el libro La era de los nuevos viejos: "El siglo pasado fue de explosión demográfica y auge de la adolescencia y la juventud. Este es el siglo del estancamiento demográfico y el apogeo de una nueva vejez, más enérgica, más productiva y saludable que nunca".


A esto se le suma que no hay fecha de caducidad para enamorarse. En el plano biológico, la zona del cerebro asociada al enamoramiento, conocida como sistema de recompensa, se puede encender y apagar infinitas veces, explicó la bioquímica uruguaya Cecilia Ortiz en un vivo realizado por la cuenta de Instagram @milhistoriashoy. "Hay personas que encuentran el amor a los 60 años y ahí realmente se dan cuenta de que están enamorados", señaló.

Amor ¿tardío? Ana, de 89 años, se siente identificada con ese enunciado. Tiene una palabra para definir lo que causaron en ella todas las relaciones sentimentales que tuvo después de los 70 años, algunas formales y otras no tanto. Gustavo, el último de sus tres maridos, la sedujo. Era su vecino. Se encontraban en la entrada del edificio y el diálogo iba más allá de un cordial saludo. Hablaban de cine, uno de los gustos que compartían, hasta que un día la invitó. Dieciséis años después considera que la relación corrió a un ritmo más rápido del que hubiera deseado. "Un día me dijo que había elegido un anillo para regalarme y le dije que tenía un montón, pero él ya había tomado la decisión y me llevó a la joyería. A mí me gustaba. Era muy seductor". Luego apareció un segundo anillo de compromiso, junto con una pregunta totalmente inesperada: "¿Cuándo nos casamos?". "Le dije que cómo me iba a preguntar eso así, de golpe, si no lo habíamos hablado nunca, y me dijo: ‘lo estamos hablando ahora'". Estuvieron casados siete años hasta que Ana, desilusionada tras la convivencia, decidió divorciarse.

Al poco tiempo del divorcio, Ana conoció a José, que la cautivó. Era un domingo que aparentaba ser como cualquier otro: almuerzo con sus hijo y nietos, cine sola o con alguna amiga y un café en la confitería del barrio. Sin embargo, iba por el último sorbo de café cuando se sentó en su mesa la persona que le generaría las sensaciones más intensas. "Él estaba buscando mesa y cuando miró le dije que me iba. Dijo que me podía quedar un poquito más; empezamos a hablar y después me pidió el teléfono",
contó.

José era osado, aventurero y no perdía el tiempo. La primera vez que salieron la pasó a buscar y la besó. "Le dije que cómo iba a hacer eso si ni nos conocíamos. Fuimos al cine y yo estaba seria. Al otro día me llamó para disculparse", rememoró Ana.


No tiene claro cuándo ni cómo, pero José la cautivó. De repente se sintió llena de energía y vitalidad. Él viajaba frecuentemente y ella también empezó a hacerlo. A los 85 cumplió el sueño de ir a España a conocer sus raíces y fue el primero de muchos viajes.


En cada país buscaba wifi para recibir las llamadas de José, ansiosa por contarle de sus andanzas.
Pero con él también sufrió el desamor. José le mandó un extenso email en el que le explicaba por qué prefería que su relación no se tornara más seria. Al tiempo volvía a contactarse, le declaraba sus sentimientos y a Ana le costaba resistirse. Sus "desapariciones y apariciones" repentinas la inquietaban. Estaba pendiente de su última conexión en WhatsApp y el enojo la llevó a bloquearlo de esa aplicación más de una vez. "Yo estaba segura de que con él no iba a llegar a nada", contó. Y así fue.

En referencia al enamoramiento en la tercera edad, el sociólogo Ricardo Alberti asegura que "en cuanto a sensaciones, humanamente uno rescata su ser adolescente. Recurrimos a aquel estado del primer amor". Biológicamente, al enamorarse aumenta la dopamina y disminuye la serotonina, explicó, por su parte, Ortiz en el vivo de Instagram. La serotonina baja lleva a perder consciencia del peligro, razón por la que un enamorado -a cualquier edad- puede volverse más arriesgado. "Uno deja todo para quedarse con esa persona que cumple con lo que quiere. No se cansa", dijo la bioquímica.

Pasaron tres años y después de aquella tormenta de emociones apareció Osiris, que la conquistó; con quien Ana convive hace menos de un año. Osiris (82), que enviudó en 2006 después de 35 años de matrimonio en Estados Unidos, recordó el día en que se conocieron: "Fue en la playa. Simplemente me acerqué y le empecé a hablar. Fue una cosa espontánea. La manera en que me respondió fue muy satisfactoria. Me empezó a preguntar cosas. Y ella tiene unas piernas muy lindas, eso fue lo que me atrajo". Aunque no se imaginaba volviendo a convivir, cree que con una compañera la vida se torna más llevadera. "Yo en este momento no tengo programa para nada. Cuando tenés cierta edad siempre vas a buscar compañía y tiene que ser mutuo en cuanto a que los dos tengamos las mismas necesidades. Eso fue lo que pasó", relató.

Mujeres en desventaja. Entre los adultos mayores existe una realidad despareja: la propuesta afectiva es "mucho más injusta e ingrata para la mujer", aseguró Alberti. En primer lugar, porque culturalmente al hombre se le crea "la fantasía de la fuente de la juventud" en una pareja más joven. "Socialmente, es más fácil para el hombre conseguir pareja. Hay todo un estigma social. Si una mujer de 60 anda con un hombre de 35 llama la atención, pero un hombre de 55 con una muchacha de 25, más allá de hacer algún comentario, no sorprende tanto", apuntó.

Por otra parte, hombres y mujeres en general difieren en sus intenciones, al menos en un primer momento. "La ponderación de lo sexual en los hombres siempre fue más importante, por más que en las apps veas que los hombres buscan una compañera para conversar y compartir", señaló Alberti.

Omar tiene 70 años y no cree que actualmente le resulte más difícil encontrar una pareja. María, que de su edad solo dice que está entre 65 y 70, aseguró que es más difícil para la mujer. "El hombre busca el touch and go o salir con una y con otra, pero hay de todo. También hay tipos desesperados por encontrar a alguien", recalcó.


María usó aplicaciones de citas como Happn y Tinder. Decidió borrarse de todas después de algunas experiencias "poco positivas". Concluyó que en general los hombres, a través de esas apps, crean una imagen que no coincide con la realidad. "Mi experiencia como mujer grande es que mienten. De repente me escribía un señor muy correcto, pero lo veía y cara a cara no tenía la edad que aparentaba", contó. Tampoco le gustaba que en una primera o segunda cita le dieran la mano o buscaran un mayor acercamiento físico. "Encontré gente bien, pero que de repente a la segunda cita se inclinaban con la manito, o algo así. Y viste que tiene que haber una química entre los dos. Yo muy clara les decía que me parecían muy agradables, pero que no estaba para eso. Al final me borré de todas las aplicaciones. No me interesó más", comentó. A los 60 conoció a su "gran amor de la madurez", con quien convivió durante varios años hasta que murió. No espera volver a enamorarse. Con los años, dijo, se volvió más exigente. Prefiere ocupar su tiempo en sus nietos, el gimnasio y las clases de tango. "Tengo muchas pretensiones. Si tiene que aparecer alguien, aparecerá", expresó.

La situación de Omar es similar pero distinta. Entró a las aplicaciones por curiosidad tras recibir algunas recomendaciones y se encontró con un mundo paralelo. Conoció el significado de sugar daddy: práctica en la que una joven recibe regalos y otros beneficios económicos y materiales a cambio de una relación con alguien mucho mayor. Salió con mujeres de diferentes edades, "de todo tipo", y si bien tiene la expectativa de volver a enamorarse, tiene claro que no se le dará a través de una aplicación.

"Ahora uso las aplicaciones para desahogarme sexualmente. A veces se ponen con mucho remilgo y a esta altura no quiero complicaciones", aseguró. La última vez que sintió mariposas en el estómago fue con Marta, con quien tuvo una relación de años (sin convivencia) que aún no superó. Omar y Marta fueron presentados por una amiga en común y su primera cita fue a ciegas. El flechazo fue inmediato. "Salimos a comer a las 21 y en un momento empezamos a sentir que corrían las sillas, eran las dos menos cuarto. Lo de las mariposas fue lo primero que le conté a mi hija cuando me preguntó cómo me había ido", recordó.

Oportunidad. Más allá de las diferencias en las intenciones y las exigencias que aparecen con la edad a la hora de buscar una pareja, Alberti, quien tiene un máster en Gerontología, está convencido de que "para cada roto hay un descosido". Lo que falta, dijo, son las plataformas para propiciar el encuentro. Las apps de citas no están hechas para adultos mayores. Alberti explicó que en estas plataformas se vende una fantasía o imagen que no coincide del todo con la realidad, y en general los mayores la compran sin hacerse muchas preguntas, lo que puede llevar a un constante desengaño. "Los gurises tienen gran habilidad para diferenciar esto, porque están acostumbrados a trabajar con fantasía y realidad. La tecnología para los mayores tiene otro significado. Los veteranos no han creado esa habilidad comunicacional que tienen los jóvenes", sostuvo el experto. Existe
mercado -y de sobra- para crear una aplicación dirigida a los adultos mayores. "Falta un Tinder para rotos y descosidos. Bienvenido sea, porque se necesita", añadió entre risas.

Pero la falta de productos que apunten a una población mayor de 65 años que crece de forma saludable y activa no se limita al mundo de las apps. Abundan bares y boliches para jóvenes, pero no hay suficiente oferta para esta población. "Hoy para lo afectivo, capaz que a los 50 y pico ya estás fuera del plano", reflexionó Alberti. María no conoce un lugar donde personas de su rango de edad puedan salir a tomar una copa y conocerse. Su espacio de sociabilización es el tango, pero reconoció que no a todo el mundo le gusta.
Un espacio de salidas creado para los mayores de 65 debería tener en cuenta aspectos como la accesibilidad y comodidad. Aunque se dirijan a esa población, esta función no la cumplen los "clubes de abuelos", dijo Alberti. El experto invitó a hacer un ejercicio para empatizar: imaginarse a uno mismo con más de 65 años y la misma energía que a los 30, en un lugar donde juegan a las cartas, toman el té, hacen talleres y, sobre todo, hablan de sus dolencias. "Son grupos de personas que con la misma edad tomaron opciones de vida diferentes", aseguró.

El amor y la supervivencia

El enamoramiento, a cualquier edad, es el estado más cercano a la felicidad, aseguró el sociólogo y experto en gerontología social Ricardo Alberti. Según la bioquímica Cecilia Ortiz, el amor se enciende en zonas "muy primitivas" del cerebro y biológicamente su fin último es la supervivencia. Por eso, comentó que "puede sanar". "Se ve que una persona que está enamorada tiene esa felicidad y un estado de salud mental y físico saludable. Y si estás sano te curás de las lesiones más rápidamente, lo que va a favor de la evolución o la supervivencia. Es estar saludable, bien, y poder vivir", dijo en @milhistoriashoy.

Estilo de vida
2020-10-11T07:00:00