Espresso doble de cultura
Cafeterías en centros culturales: una pausa para antes o después de la visita
La nueva tendencia de teatros y museos refuerza el vínculo histórico entre café y el mundo de las ideas

Cafetería y restaurante del Museo de Arte Precolombino e Indígena. Foto: Lucía Durán
@mileneb_
El cuaderno o la laptop comparten la misma aliada de un buen libro: la taza de café, una compañía en sí misma. Esta bebida estimulante, prohibida durante la segunda mitad del siglo XVI en Constantinopla por ser señalada como la culpable de la discusión política y la ebullición intelectual, en verdad sí funciona muchas veces como el detonador del primer trazo o golpe del teclado. Esto es porque la cafeína anima al sistema nervioso central mejorando el procesamiento mental de la información. Una suerte de prisa aparece de golpe, quizá por este efecto psicoactivo, o porque el humo de la taza va perdiendo fuerza y anuncia que el café se está enfriando. Antes de eso tiene que aparecer una idea; se trata de algo así como un desafío al intelecto. La bohemia del siglo XIX se instaló en las cafeterías, lugares de encuentro de mentes creadoras que producían cultura desde el ritual cotidiano de tomarse un café, la bebida que supo adecuarse a todos los tiempos.
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