Arte, gastronomía y naturaleza
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@federicachiarino
Al borde de un camino de tierra hay una tapera, un bloque de cemento que combina distintos tonos de grises, más oscuros o más claros, según cuánta humedad recibió cada esquina y cada arista, según cuánto sol secó esas paredes, según cuánto tiempo y cuánta vida las atravesó. Tablas de madera unen el camino con la entrada a la vieja casa por encima de una cuneta. Alrededor de la construcción abandonada, montañas de paja seca. Otro montón con hojas y pastos adornan el borde inferior de las ventanas. También hay pedazos de troncos de árboles, gajos de manzana, hojas de vegetales, semillas doradas y florcitas blancas. Entre la puerta y una de las ventanas resalta una inscripción en aerosol fluorescente: “Para ovejas”. En el interior hay más paja dispersa por el piso. Las paredes descascaradas delatan que tuvieron pintura celeste alguna vez, y sobre el celeste, dibujos que no se sabe si son actuales o de una época remota. Pero todo eso no apareció allí por arte de magia, sino solo por arte.
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