(casi) todo sobre los senos

Lo que cargan las tetas: desde objeto de censura hasta símbolo de la liberación femenina

Desde objeto de censura hasta símbolo de la liberación de la mujer, con sus diferentes formas, tamaños y percepciones, los senos femeninos siguen siendo causa de inseguridades, prejuicios y traumas para ellas, que no siempre los aceptan tal cual son
Publicado el 11.03.2022 08:19  - 14 minutos
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Por Sofía Supervielle

Pequeñas, grandes, en pico, redondas, caídas, firmes, con pezones oscuros o claros, planas, sanas o con alguna enfermedad, cargadas de leche, operadas, naturales. Escondidas o a la vista, con o sin soutien, completamente desnudas en determinados países y completamente tapadas en otros. Representadas en la publicidad de todo tipo de productos, incluidos los de manzanas y peras, autos y desodorantes, en el arte plástico, el cine y la televisión. Estas protuberancias ubicadas en el pecho de las mujeres, formadas por tejido conjuntivo, grasa y tejido mamario que contiene las glándulas que producen la leche materna, son mucho más que un simple órgano. Las mamas se fueron cargando de significado a lo largo de la historia y tienen infinitas representaciones: desde la nutrición, la maternidad, el erotismo, el civismo y patriotismo, la feminidad y su empoderamiento. Todo eso y más son los senos, un elemento sobre lo que no hay nadie que no tenga algo que decir.

La predominancia del corsé en los siglos pasados, el Fantasy Bra de Victoria’s Secret y su ideal de belleza, las estrellas de Hollywood con cuerpos curvos y mamas voluminosas como Marilyn Monroe y Brigitte Bardot que influían directamente en la fabricación de soutienes que dejaban las mamas casi por el cuello, lociones y cremas que se vendían con la promesa de hacerlas crecer, la ola de las mamas operadas, las protestas sobre los concursos de belleza y la sexualización son algunos de los hitos que se pueden leer en la historia sociológica de las mamas. Hoy, la exposición constante en redes sociales, los estándares del siglo XXI, las posibilidades de modificación estética sin límites, las nuevas generaciones que se animan a ir a trabajar sin soutien porque tienen percepciones sobre su cuerpo distintas a las de sus madres y abuelas   y el empoderamiento de la mujer, las vuelven a colocar como un objeto polémico y controversial.  

Ideales. La autopercepción del cuerpo depende de muchos factores, entre ellos los valores con los que la mujer fue criada, el contexto, país y época en que nació. Cada sociedad construye moldes de apariencia, con ciertas formas, medidas y hasta colores, a los que hay que aspirar para que el cuerpo sea considerado lindo, aceptado, deseable. Así, en contraposición al modelo pautado, surge el prejuicio hacia el cuerpo imperfecto, aquel que no cumple con los estándares y por eso no es atractivo ni válido, fomentando la inseguridad de la persona. Estos modelos no solo son imposibles de alcanzar para la mayoría, porque los seres humanos no son fabricados en serie, sino que existe la misma cantidad de tipos de cuerpos como de humanos, a lo que se suma que tanto los cuerpos como los preconceptos se van modificando con el tiempo. 

“La trampa es que los estándares cambian constantemente, entonces nuestros cuerpos nunca están bien, siempre hay algo a mejorar, un producto que tenemos que comprar, un tratamiento que nos tenemos que hacer, una cirugía que nos puede perfeccionar, un filtro de imagen que nos puede afinar la nariz y agrandar los ojos”, comenta a Galería la periodista argentina diplomada en género Julieta Morón. Aun así, cuando se utilizan estos filtros o una decide operarse, tampoco parece estar bien porque “no es natural”. Entonces, nunca nada es suficiente para alcanzar el ideal de belleza. Porque justamente es eso, un ideal. 

A lo largo de la historia “las tetas perfectas” pasaron de ser las pequeñas y firmes a las planas, luego las voluptuosas y turgentes. A estos cambios, por supuesto, acompañó la moda y su industria millonaria de corsés y sostenes (pieza de ropa que implica que algo caído no se ve bien), que también varían acorde al modelo “aceptado” por la sociedad en ese momento. Pero no solo se pauta el tamaño y la forma, sino también el aspecto: encontrar una fotografía donde se vean los pelos del pezón es casi imposible. 

“Tengo tetas chicas y siempre me encantaron, pero mentiría si dijera que antes, a la hora de quitarme la ropa frente a un hombre, no me generaba inseguridad, pensaba que lo iba a decepcionar”, comenta Belén de 23. “Ahora ya no me pasa, logré darme cuenta de que esa idea estaba mal y no era sana. Solo me tienen que gustar a mí, las tetas no son para los hombres ni para nadie más que no sea la persona que las tiene puestas”. 

Es imposible ignorar el rol que juegan los medios de comunicación en la formación de la cultura. Los cuerpos que se ven en las publicidades, los desfiles de moda, en las revistas o en el cine son grandes formadores de moldes sociales. “Si lo único que vemos cada día en la tele, en las redes sociales o en las revistas son determinados tipos de cuerpos (flacos pero con curvas, altos, jóvenes, blancos), entonces entendemos que esos son los cuerpos válidos, por eso es tan importante la representación diversa en los medios”, asegura Morón. 

Si bien el soutien significa comodidad para muchas, por el peso de sus mamas, molestia o irritación del piel por ejemplo, hay muchas otras que utilizan el soutien para modificar su cuerpo para que sea aceptado, a pesar de que no les quede cómodo. Con aro, con push up, con relleno o con fajas para disminuir el tamaño, son las opciones que hay para llevarlas todas al formato estándar impuesto por nuestro siglo. En el pasado, con el mismo fin existían el corsé, las cremas, las lociones y los aparatos metálicos parecidos a una sopapa llamados desarrolladores de busto (fracasos rotundos).

Hoy, muchas deciden y tienen el valor de no llevar esta prenda. “Odio el soutien, siempre me incomodó y no tengo ni uno, es increíble cómo la gente se incomoda si se te notan los pezones. Hay prejuicios alrededor de eso, te pueden tildar de desprolija, por ejemplo. Me parece retrógrado”, comenta Belén. 

Esta tendencia entre las jóvenes es bastante reciente y claramente responde a un acto de rebeldía feminista que las impulsa a liberarse de las cosas que las incomodan y a percibir su cuerpo desde un lugar más amigable y menos prejuicioso. En cierta manera es un manifiesto que asegura que los pechos femeninos pueden tener la forma que sea y como una parte más del cuerpo no debería haber problema si se marcan a través de la ropa, quitándoles así toda carga sexual que tanto los condena.

Cirugía. En el otro extremo están las que les cuesta aceptar los senos que le tocaron. Hace algunos años, se había puesto de moda entre las adolescentes pedir de regalo para los 15 años “hacerse las lolas” o “gomas”, una tendencia que se sigue viendo en países como Colombia y México. Dejando de lado las razones de salud por las que una mujer se somete a una operación de mamas, la amplia mayoría de las mujeres optan por pasar por el quirófano en busca de los pechos “perfectos”. “Los ideales llevan a negativizar lo que una tiene, a verse con pocos senos, poca cola, poca forma”, explica la psicóloga Alicia González, directora de la Coordinadora de Psicólogos del Uruguay. “Hubo una época en la que la gran condenada era la grasa, se exhibían cuerpos flaquitos, magros. Hoy lo que se muestra es un cuerpo fitness, con músculo y senos pequeños. Los pechos son un atributo femenino y quizá hasta definen la feminidad, y eso hace que algunas chicas se espanten del tamaño que van tomando sus senos. Es algo que les genera pánico muchas veces y eso puede llegar a derivar en un trastorno mental”, asegura, y explica que la insatisfacción corporal supone inseguridades, disminución de sentimiento de poder y pérdida de su libertad.

Por su lado, la cirujana plástica Gabriela Novello comprende los motivos por los que una mujer decide someterse a un cambio de busto. “No siempre te va a gustar todo de tu cuerpo y eso es normal. La mujer de 30 a 45 años, quizá casada, tiene hijos, dio de mamar, dejó de lado un poco lo sexual, se preocupa más por los hijos que por ella y sus mamas pasaron a un segundo plano. Pero quiere mirarse al espejo y gustarse, por eso se opera”.

Siendo adolescente en los 2000, cuando la belleza física femenina pasaba por tener cuerpos extremadamente flacos, con pechos grandes, pelo rubio y piel bronceada, Julieta Morón (32) sufrió muchísimo por verse lejos de esos parámetros. “Tenía la cadera ancha y el pecho completamente plano. Me ponía cualquier cosa en el corpiño para rellenarlo: push ups, medias, hasta hombreras. El tema era cuando llegaba el momento de sacarlo y me encontraba nuevamente con mi cuerpo. Hasta que decidí operarme usando mis ahorros. Tenía solo 18 años y ahora veo que era una niña, aunque me sentía una adulta”. Hoy decide quitarse los implantes al darse cuenta de que han tras 10 años de aplicados estos pueden traer numerosas enfermedades, más allá de que el material se rompa o no - algo que significaría un gran problema- como el síndrome de Asia y BII, algo que no le habían advertido en su momento. En su podcast Tetas Vencidas, estrenado recientemente en Spotify, busca concientizar sobre estas complicaciones que pueden traer lo implantes mamarios después de los 10 años de la aplicación mientras comparte su experiencia personal. “El podcast me permite darle sentido a un proceso muy personal. Desentrañar qué es lo que me llevó a ponerme implantes sin culpar a esa nena de 18 que se sentía que no encajaba, entender cómo fue cambiando mi mentalidad en los últimos años, sobre todo con el movimiento feminista que cuestiona esos estándares de belleza que nos cosifican, y juntando el coraje para reencontrarme con un nuevo cuerpo cuando ingrese nuevamente al quirófano para sacarme las prótesis”. 

Un caso similar es el de Ángela Blones, comunicadora social que compartió a través de sus redes sociales cómo, luego de 30 años con implantes mamarios, decidió quitárselos al constatar que también se habían vencido.  

Por su lado, Selene, una arquitecta de 43 años, manejó la opción de la cirugía durante varios años de su vida, luego de ser madre a los 20 años. “Pensé varias veces en operármelas porque sentía que no eran suficientes, que eran feas porque estaban caídas y se me achicaron. Nunca lo hice porque lo sentía como una autoagresión hacia mi cuerpo, usaba soutienes gigantes, superincómodos. Hoy ya no, estoy cómoda con mis lolas”, comenta. 

Objeto sexual. Parece difícil mirar o pensar en unos senos sin asociarlos al sexo. Sin embargo, esta visión sexualizada no es universal. En distintas culturas africanas o del sur del Pacífico, donde las mujeres llevan sus mamas a la vista desde tiempos inmemoriales, estos no han adquirido el significado predominante erótico que sí alcanzó en Occidente, tal como explica la historiadora estadounidense Marilyn Yalom en su libro Historia del pecho. De la misma manera, los fetiches también cambian dependiendo de la cultura. Mientras que en China son los pies, en Japón es la nuca, y en África y el Caribe son las nalgas. 

Por su gran cantidad de terminaciones nerviosas, es sabido que los pezones son zonas erógenas y pueden generar placer si son estimulados. Sin embargo, eso tampoco es universal. Si bien pueden existir personas a las que les excite o guste su estimulación, hay otras a las que les da igual o que no sienten ningún placer, explica la sexóloga y psicóloga Jimena Peyrou. “El placer que cada persona obtiene en esa zona no tiene relación alguna con el tamaño y, además, la sensibilidad de los pezones puede variar en función de la etapa del ciclo menstrual en el que estemos”, señala. “Considero que el cuerpo de la mujer está sexualizado y las mamas particularmente. Tanto es así que hasta no hace mucho, cuando una mujer daba de mamar a su hijo debía cubrir su pecho o ir a un lugar privado. Tener un lugar privado es parte de un derecho, pero el cubrirse o no estar a la vista del público también tiene un trasfondo relacionado con el tema sexual”. 

Peyrou asegura que gran parte de la sexualización actual de los pechos se debe a la pornografía tradicional “que involucra cuerpos y performances que no son reales. Para lograr esto las actrices acceden a cirugías estéticas u otras prácticas que pueden ser dañinas para la salud”. 

De todo esto surge el pudor y los prejuicios de vestir remeras con escote, tener mamas grandes, no usar soutien o, directamente, mostrarlas. Tanto es así que Instagram censura toda fotografía donde se vea un pezón femenino, algo que no hace con el de los hombres. Su accionar es justificado por la protección hacia esa mujer, que no se sabe si ha dado consentimiento para sacar y compartir la fotografía. “Hay un sesgo fuerte que hace que un pezón o una transparencia sea condenada y no otras cosas que son aberrantes”, dice Alicia González. “Pareciera que el seno es amenazante, algo casi obsceno, cuando en realidad la obscenidad viene más de la violencia que de lo moralizante”. 

Los pechos en la historia. Los pensadores de la Europa del siglo XVIII hicieron de las mamas una fuente de civismo y la obra Libertad guiando al pueblo (1830), del francés Eugène Delacroix, es la mejor representación de ello. En ella se ve a la mujer con sus mamas descubiertas, liderando al pueblo francés en la revolución. En contraposición a lo que ocurría a comienzos de ese siglo, cuando el ideal de la aristocracia eran las mamas “sin uso” y las mujeres dependían entonces de las nodrizas (mujeres que amamantaban a los hijos de otras) para conservarlas, a mediados y fines de 1800 se instaló la idea de que amamantar a los propios hijos era lo saludable y por ende los ciudadanos y la nación iban a ser fuertes. Se comenzó a criticar y hasta penalizar a la madre que decidía no amamantar a sus hijos, ya que se veía como un acto patriótico, y las mamas se convirtieron en un símbolo político. Así, la iconografía de la Revolución francesa se pobló rápidamente de mujeres de mamas desnudas, convirtiéndolas en íconos nacionales. Yalom explica en su libro que, del mismo modo que el significado de las mamas cambia según las épocas, este también adquiere diferentes matices según cada país. 

Libertad guiando al pueblo (1830), Eugène Delacroix.

Libertad guiando al pueblo (1830), Eugène Delacroix.

Las mujeres de los años 60 y 70 tomaron poder de la narrativa y la protesta en contra de los estándares de belleza, las reglas sociales que las oprimían y la sexualización de su cuerpo se hizo escuchar. Así, el topless y la quema de soutienes se convirtió en un manifiesto feminista. Los miembros del Partido de la Liberación de la Mujer se manifestaron en la ceremonia de la elección de Miss America 1968 en Atlantic City, animando a las asistentes a que se liberaran de sujetadores, fajas, rizadores, pestañas postizas, etc. “Si las mujeres no ocultaran avergonzadas sus pechos, ni los vieran como algo obsceno y malvado, ¿cómo podrían los publicistas, los pornógrafos, los directores de cine y la televisión seguir aprovechándose de su exhibición?”, expuso en un discurso Ann Simonton, feminista radical referente en Nueva York durante aquellos años. “Decimos no a que se dé por sentado que nuestros cuerpos pertenecen a los anunciantes, a los concursos de belleza, a los pornógrafos, a los bares de topless”. 

Esta filosofía ha permeado las diferentes generaciones. El siglo XXI se ve repleto de movimientos como Free The Nipple, Body Positive o Body Conscious, y varios más, que buscan el fomento y representación de la diversidad y de la belleza natural de las mujeres, mientras sigue en aumento el número de mujeres que se cuestionan el porqué de ciertos prejuicios y percepciones sobre sí mismas y sus cuerpos. 

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2022-03-11T08:19:00