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Elisa Facio y Paula Martínez: ser ingeniera en los 80, en los 2000 y en la actualidad

Publicado el 10.03.2022 11:00  - 16 minutos
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Fotos: Adrián Echeverriaga

Por Patricia Mántaras

Las experiencias de Elisa Facio y Paula Martínez, dos ingenieras —una nacida en los 60 y otra en los 80—, en un campo tan dominado, en materia numérica, por hombres

Facio pisó por primera vez la Facultad de Ingeniería de la Udelar en 1982. Se especializó en Ingeniería de Sistemas y, casi la mitad de sus compañeros de generación, eran mujeres. En 1984 empezó su carrera laboral en el Banco Central del Uruguay, después fundó junto con dos socios una consultora y a fines de los 90 empezó su carrera en ANDA como directora de Informática. A principios de 2000 hizo un máster en Ingeniería en Computación, también de la Udelar. Fue presidenta de ANDA, de la que hoy es directora. Además, es vicepresidenta de OMEU (Organización de Mujeres Empresarias del Uruguay) y de la Comisión de Equidad de Género de CUTI (Cámara Uruguaya de Tecnologías de la Información).

Paula Martínez empezó su formación en 2005 en la Udelar y egresó en 2010 con el título de ingeniera eléctrica especializada en telecomunicaciones. En su clase, la proporción de mujeres era de una cada cuatro hombres, estima. Mientras estudiaba tuvo su primera oportunidad laboral en Plan Ceibal, donde empezó con un cargo técnico y ocho años después ascendió a jefa de Servicios Descentralizados. Luego emprendió un camino propio para fundar, junto con un socio, Marvik, una empresa de desarrollo de software especializada en machine learning, una rama de la inteligencia artificial. Tiene además un máster en gerencia de empresas tecnológicas de la ORT y un nanodegree en inteligencia artificial del MIT.

La moderna cafetera de cápsulas de la sala del Hotel Costanero no supone un desafío para Paula, que se ofrece a hacerla funcionar. Ya frente a los pocillos de expreso, empieza la charla.

Empecemos hablando de la universidad. ¿Cómo fueron sus años de formación en el ámbito de la ingeniería?

Paula Martínez: Yo entré en 2005 y es un período que recuerdo con mucho cariño. Es totalmente real que había más cantidad de hombres que de mujeres, en un porcentaje bastante desparejo, pero siempre me sentí cómoda y a gusto. En la época en que estuve en facultad había cierto clima de respeto en ese sentido, y siempre logré conseguir grupos de estudio mixtos. La mayor parte de los profesores eran varones, pero creo que eso está cambiando ahora. 

¿Qué proporción de mujeres y hombres había en esa época, principios de los 2000?

P. M.: Ocho a dos, capaz.

Elisa Facio: Para mí la facultad también fue una etapa preciosa. Hice Ingeniería de Sistemas, entré en el año 82. En ese momento, en sistemas éramos más o menos mitad y mitad. Había examen de admisión, teníamos que hacer una prueba, y hace poco me mandaron por WhatsApp la lista de los que habíamos entrado. Me tomé el trabajo de hacer la cuenta y éramos 47% mujeres. Eso fue cambiando con el tiempo. En 2019, en la Universidad de la República, del total de la matrícula 62% eran mujeres, pero en la Facultad de Ingeniería solo 22% eran mujeres, y en la carrera de computación solo 17%.

¿Por qué creen que la ingeniería es una profesión mucho más elegida por hombres que por mujeres?

E. F.: Cuando yo elegí esa carrera no tenía ni la menor idea de lo que era la computación. No había ni computadoras personales. Me gustaban mucho las matemáticas, y me acuerdo que me hice un test vocacional y me daba ocho ramas de ingeniería, ciencias económicas, arquitectura. Y me decidí por ingeniería. Había mucha gente que me decía: “Es una carrera muy dura, vos tenés mucha cosa social, no te vas a sentir a gusto”. Pero me encantó; disfruté mucho la carrera y el ejercicio de la profesión.

Después empezaron a aparecer los jueguitos, las consolas, que son más de los varones, hay más juegos para ellos, todo el tema del fútbol, o los juegos de matar. Eso hace que se haya sesgado la elección, lo cual me parece una injusticia tremenda.

Está, o estaba, ese preconcepto de que la ingeniería o las ciencias duras no son para mujeres; que a las mujeres se les dan mejor las profesiones con más énfasis en lo social.

E. F.: Eso también es una cosa que se dice, y es una lástima que se tenga esa mirada, porque no hay nada más social que la ingeniería. Si tenemos la posibilidad de comunicarnos como hoy nos comunicamos, a través de teléfonos con personas que están en otra parte del mundo, es gracias a la ingeniería. Si podemos viajar en aviones o cruzar un puente que acerca ciudades, es gracias a la ingeniería. La ingeniería es maravillosa, construye soluciones para mejorar la vida de las personas. Eso, lo que pasa, es que no se visualiza.

P. M.: Y el impacto que genera. Desde mi rubro, yo trabajo en machine learning, realmente se puede tener un impacto muy bueno o muy cuestionable en la vida de las personas, y hay que tenerlo en consideración. Y además en el propio ejercicio de la profesión las relaciones interpersonales, el poder comunicar para liderar personas, la parte social es fundamental. Entonces, ese preconcepto del “cubito” del ingeniero, no es así. Te tenés que retroalimentar (del equipo), tenés que convencer a quienes están invirtiendo en ese proyecto de que es bueno, que es por ahí, que el equipo es el correcto; la comunicación es muy importante.

E. F.: Creo que el cine y las series han hecho mucho daño con eso de que todos los informáticos son nerds con lentes horribles, fuera de moda, desaliñados, inadaptados sociales. No es así.

Elisa Facio

Elisa Facio

¿Cómo surgió la Comisión de Equidad de Género CUTI?

E. F.: Me llamaron el año pasado para que liderara la comisión, que ya había empezado a trabajar en enero de ese año. En la CUTI había una inquietud de un grupo de mujeres que quería conversar el tema de ser tan pocas (en el rubro), tratar de mover un poco la concientización de género. Había una mesa de trabajo y en un momento evaluaron que era un tema relevante para toda la industria, y decidieron crear una comisión. Se hizo una investigación en todas las empresas de la cámara, una encuesta que dio resultados muy interesantes, y ahora sobre esos resultados tenemos un plan de acción para este año.

¿O sea que la comisión surgió más por las pocas mujeres que trabajan en el sector que por las condiciones de trabajo?

E. F.: Claro. Al ser un sector que tiene 0% de desocupación, es más, hay desocupación negativa, el tema salarial no es el tema. El tema es que haya tan pocas, qué posibilidades tienen de estar en un rol de dirección, como Paula; cómo pueden llegar a posiciones de liderazgo dentro de las organizaciones, si tienen barreras o no.

¿Con qué se encontraron al principio de sus carreras, en su primer contacto con el mercado laboral?

E. F.: Siempre fue una profesión con mucha salida laboral. Mi primer trabajo fue como programadora en el Banco Central del Uruguay, cuando todavía estaba estudiando. Había más hombres, pero tenía muchas compañeras mujeres. Viví cierta dificultad después, cuando ya los cargos son menos y hay más competencia, pero en otros roles, ya más gerenciales, y no en el banco. Cuando me fui fundamos una empresa de consultoría con dos socios, dos hombres y yo, y me pasaba mucho que si iba sola a reunirme con los clientes, me preguntaban por mis socios (risas). Yo les decía: “¿Qué necesitás?”. “No, nada, solamente quería saber”. Hay mucho de esa camaradería entre hombres, sobre todo en las generaciones más grandes.

También me pasó el: “Ella no, porque está embarazada”. Así, con todas las letras. Yo trabajaba en ANDA. Había empezado a trabajar en el centro de cómputos para un proyecto puntual y me habían comentado que me iban a pasar a la posición de gerente de Desarrollo, que es un cargo que me gustaba mucho porque siempre me dediqué a eso. Yo estaba embarazada. “Fulano no porque no sé qué”, “Mengano no porque no sé cuanto”, y la persona que me lo contó me dijo: “Yo pensé que te estaba dejando para el final porque iba a decir: ‘Elisa es la persona”. Pero cuando llegó al final dijo: “Y Elisa no, porque está embarazada”. Y era una mujer.

O sea que en su caso la maternidad le valió perder una oportunidad.

E. F.: Sí, igual el final del cuento es lindo, porque en ese momento contrataron a una persona que después no funcionó y, cuando mi hijo ya era más grande, me pusieron a mí. Uno lo vivía con naturalidad. No es que me pasaba a mí, no era personal. Generacionalmente era de esa forma.

P. M.: Hoy suena como una aberración impresionante.

E. F.: Es una aberración. Mi hijo tiene 20 años, el de ese embarazo. Hoy no puede pasar. La gerenta general actual de ANDA es una mujer muy joven y el año pasado tuvo familia y todo el mundo estaba encantado de que estuviera embarazada. Cambió mucho la sociedad en estos años.

¿Y en su caso, Paula, cómo fue la inserción laboral?

P. M.: Yo empecé trabajando bastante joven en Plan Ceibal, mientras era estudiante; me recibí estando ahí incluso. Por suerte encontré un ambiente muy propenso a darles oportunidades a personas jóvenes, oportunidades de liderazgo, de responsabilidad, hombres o mujeres, sin distinción en ese sentido. Tuve la oportunidad de hacer carrera rápido, y temprano en mi carrera empezar a tener responsabilidades, a liderar equipos, procesos, y me permitió avanzar y aprender un montón. Sin duda eso es lo que estoy capitalizando en mi empresa. Ahora, desde otro lugar, para mí es superimportante hacer esfuerzos para contratar mujeres, que no haya discriminación. El tema de los embarazos y demás parece una aberración. No contratar a alguien o no darle un puesto o una responsabilidad por un embarazo no tiene ningún sentido. Es parte de la vida. Además, en tecnología hay desempleo cero, entonces querés que la gente esté bien, que esté contenta de trabajar, que pueda tener un balance entre su vida personal y profesional y que sea sostenible; que se quiera quedar trabajando contigo y que lo disfrute.

Paula Martínez

Paula Martínez

¿Al ocupar cargos gerenciales, han implementado en las empresas en las que trabajan alguna política en apoyo a las mujeres, para que la cultura de la organización sea más amigable?

P. M.: Para nosotros el tema de la cultura dentro de la empresa es fundamental. Si estamos seleccionando un candidato es más importante que culturalmente veamos que es alguien que va a cuadrar en la empresa, que va a manejar las mismas normas de comunicación, de respeto, que el aspecto técnico. Tiene que ser bueno, pero eso puede aprenderlo. Pero si es una persona que vemos que culturalmente no va a tener los mismos valores que tenemos en la empresa, que fuimos construyendo, esa sí es una limitante grande, porque es una cosa muy difícil de cambiar.

E. F.: Eso es tal cual. En ANDA la organización también acompaña los tiempos. Hoy tiene 88 años, y cuando yo entré a trabajar (en 1998), todo el consejo directivo y todos los directores de área eran hombres. Cuando fui directora de Informática hubo un evento de directores en Minas, de dos días, y eran 22 hombres y yo. Eso cambió mucho. Actualmente en el consejo directivo hay tres hombres y dos mujeres.

Se está hablando mucho del síndrome del impostor, que afecta más a mujeres que a hombres, y además está muy presente en mujeres emprendedoras. ¿Les ha pasado de sentirse impostoras?

E. F.: Cuando tenía 25 años me tocó ir a hablar al directorio de la compañía Salus. Había una sala de directorio con personas para mí muy mayores en ese momento, capaz que tenían la edad que tengo yo ahora, o menos (risas). Era el directorio de la compañía y era la primera vez que me enfrentaba a una sala enorme. Voy a hablarles a estos señores, les voy a explicar que hay que invertir en esto… era un montón de plata y me tenían que creer. Pero no me achiqué, arremetí y creo que eso es lo que hay que hacer. Hace poco leí un artículo que hablaba del método flamenco. Decía que cuando te ofrecen un cargo diferente, o algo distinto de lo que hacés, tenés que apoyarte en lo que sabés, y animarte a dar el paso, y aprender el otro 50%. Decir: “Hay un montón de cosas que sé, me apoyo en ese pie, como el flamenco, que levanta un pie y después levanta el otro”. Es una cosa que las mujeres tenemos que aprender y que desarrollar, porque sí nos pasa que si no cumplimos con todos los requisitos del llamado, no nos presentamos, y los hombres son más lanzados; la gente no cumple con todo e igual se presenta e igual lo hace, e igual aprende.

P. M.: Todos nos enfrentamos siempre a situaciones nuevas, desafiantes. Lo importante es lanzarse, como dice Elisa, y hacerlo. Yo me enfrenté a muchas de esas situaciones que tienen que salir bien, y la verdad es que siempre lo hice. Sin pensarlo demasiado, con un poco de confianza en uno mismo; creo que es lo más importante.

¿Vivieron en algún momento una situación de acoso laboral? No necesariamente vinculado al plano sexual.

E. F.: Soy bastante distante, no soy de confraternizar mucho. Hay situaciones que sé que vivieron personas que trabajaban conmigo que yo nunca viví. Yo siempre tuve esa cosa de protegerme, porque soy así. Sí sé que hay grupos de WhatsApp (del trabajo) en que son todos hombres y yo no estoy y cuando les preguntás (por qué no estás) te dicen: “Porque nos pasamos chistes”. Pero si es un grupo de trabajo, compartamos las cosas de trabajo y si quieren se hacen otro grupo para las otras cosas. Pero es gente más grande, no me imagino que eso pase con los jóvenes.

P. M.: Han cambiado mucho las relaciones en el ámbito de la tecnología, tan competitivo, la gente quiere estar bien en su trabajo, y tener grupos humanos donde pasa bien, donde tiene amigos, y creo que si eso no se da, las personas tienden a migrar de empresa. Capaz que el rol del jefe tenía otra distancia u otra relación de poder que hoy está mucho menos presente. Eso también hace que ese tipo de acoso laboral sea más infrecuente, lo que no quiere decir que no pase. Yo en particular nunca tuve experiencias en que me sintiera mal o excluida por ser mujer.

E. F.: Igual en la encuesta de CUTI había 14% de mujeres que decían que habían vivido alguna situación incómoda. Eso sorprendió mucho y generó mucha preocupación.

P. M.: Es un tema en el que se está trabajando mucho en las empresas, y concientizando, que antes no se hacía.

Se escucha a menudo que las mujeres como jefas son difíciles, y que un ambiente laboral en el que trabajan muchas mujeres es complicado. Que las mujeres no nos ayudamos entre nosotras. ¿Cómo lo ven ustedes en base a su experiencia?

E. F.: Creo que hay mucho de celos en algunas conductas de ese tipo. He visto hombres y mujeres serruchando, no me parece que sea exclusivo de las mujeres. Creo que es un preconcepto que no es válido. En los ámbitos donde hay mujeres tendemos a hablar más de los vínculos, se generan ambientes lindos y de más cercanía. Me parece que está bueno que haya de las dos cosas, porque es lo que corresponde.

P. M.: Yo creo que la diversidad en género, en backgrounds, en nacionalidad, que en Uruguay también se está dando mucho, es algo que siempre aporta, que hace que el grupo humano sea más rico, que el trabajo y las ideas se complementen y sean mejores. Trabajo con mujeres con la misma naturalidad que lo hago con hombres. Me parece que no hay diferencia, pero el preconcepto existe.

E. F.: Hace poco nos pasó que se jubiló la jefa de un área donde hay muchas mujeres. El jefe de esa jefa, que es hombre, vino con el planteo de que había que buscar una sucesión, y así, sin ningún empacho, dijo: “Quiero un hombre porque acá ya hay muchas mujeres”. Yo le dije: “No te lo permito, y no va a ser lo que va a pasar. Vos me vas a decir cuál es el perfil que querés y nosotros vamos a buscar a una persona que se ajuste a ese perfil: si es hombre, es hombre; si es mujer, es mujer. No nos vamos a fijar en eso”. Nombramos a una mujer y él quedó recopado porque era una persona muy sólida. Era un preconcepto.

¿Cuál ha sido su mayor aprendizaje en cuestión de género en el campo de la tecnología? ¿Qué consejo o mensaje darían a las nuevas generaciones?

E. F.: Que está buenísimo estudiar tecnología. Te da mil oportunidades y siempre tenés posibilidad de trabajar. Es una profesión que capaz que es dura de estudiar, porque hay algunos conceptos muy abstractos que te pueden llevar un poquito más de tiempo, pero es una cuestión de perseverancia. Y el ejercicio de la profesión es realmente muy disfrutable. Todos los que estudiamos ingeniería vamos cambiando y haciendo distintas cosas, y lo que hacemos genera mucha satisfacción, porque siempre le estás resolviendo problemas a la gente. Yo siempre tuve la oportunidad de contribuir al sustento de mi familia de una manera sólida porque tuve muy buenos trabajos, y todo fue gracias a la carrera. Es perfecta para la autonomía económica de las mujeres. Hay que largarse, porque tampoco es que hay que saber todo; no hay que ser Einstein ni nada por el estilo. Vale la pena realmente el esfuerzo.

P. M.: Comparto 100%. Creo que está empezando a desarmarse ese tabú de que estudiar ingeniería es solo para los nerds, y creo que es porque se está viendo que las oportunidades de trabajar en tecnología son muy buenas. Son trabajos realmente muy divertidos. Si te gustan más las cosas abstractas, podés trabajar únicamente programando; o si te gusta hacer presentaciones y venderles a clientes; si te gusta liderar equipos. Hay una gama impresionante de opciones para todos los gustos, en trabajos que además son muy bien remunerados. Es una oportunidad para jóvenes, para mujeres, de trabajos motivantes, interesantes, donde puede haber una proyección de carrera muy larga. Y con desempleo cero. 

Actualidad
2022-03-10T11:00:00